Nos queda poco tiempo

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Por Alieto Aldo Guadagni (Academia Argentina de Ciencias del Ambiente)

Cada vez hay más evidencias que relacionan el cambio climático con olas de calor más probables e intensas. Para evitar un cambio climático catastrófico, el aumento de la temperatura global debe mantenerse en un máximo de 1,5 C por encima de los niveles preindustriales, pero las probabilidades de un mayor calentamiento global en los próximos cinco años van en aumento. Si no se mejoran los compromisos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, el mundo va camino de alcanzar los 2,7 C este siglo, esto significa que el planeta va camino de un peligroso sobrecalentamiento, con repercusiones alarmantes para las generaciones actuales y futuras.

Antes del inicio de la Revolución Industrial, a fines del siglo XVIII, las emisiones acumuladas del gas contaminante CO2 que rodeaban nuestra Tierra llegaban a 280 ppm, la barrera crítica que no debe ser cruzada llega a 450 ppm- Las COP son las sesiones en las que se reúnen los países que han ratificado las Convenciones Climáticas de las Naciones Unidas. Comenzaron en 1995, cuando la acumulación de CO2 llegaba ya a 361 ppm. En la COP-3 (1997) se acordó el Protocolo de Kyoto, cuando la acumulación ya había trepado a 364 ppm. En la COP-21 se firma el Acuerdo de París (2015), cuando los gases ya habían trepado a 401 ppm En la actualidad ya estamos en 418 ppm, a este ritmo cruzaremos la barrera de 450 ppm, en menos de15 años.

Los daños climáticos avanzan año a año. El hielo en el Ártico ha disminuido más de un 40 por ciento en los últimos cuarenta años, disminución motivada por el incremento de la temperatura. El nivel de los océanos también viene aumentando, y podrían crecer un metro más hacia fines de este siglo. Son numerosas las islas que corren el riesgo de su desaparición. Las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera están empujando al planeta a un territorio desconocido, ya que en la última década se han incrementado la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, lo que ha afectado los medios de vida. El CO2  es un gas de larga vida y, por tanto, el nivel de temperatura persistirá durante décadas aunque las emisiones se reduzcan tardíamente; por eso se prevé que serán crecientes los fenómenos extremos como calor intenso, más lluvias, derretimiento de las masas de hielo, subida del nivel del mar, que tendrán repercusiones socioeconómicas de gran alcance particularmente en los países más pobres.

Si no modificamos rápidamente nuestro patrón de consumo energético, el clima continuará deteriorándose, pero la buena noticia es que es tecnológicamente posible propiciar un nuevo modelo de generación y utilización de la energía que acompañe al crecimiento económico, pero sin perjudicar nuestro medio ambiente. No hay tiempo para perder, es necesario comenzar ya. «Las personas deberán adaptarse para enfrentar las consecuencias devastadoras e inevitables del calentamiento global», advirtió en febrero de este año el presidente del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), Hoesung Lee, durante el comienzo de las reuniones que tratarán el impacto destructor de este fenómeno en el medioambiente y las medidas urgentes que todos los Gobiernos tendrán que tomar para aliviar la catástrofe climática. El jefe del grupo de expertos de la ONU sostuvo que «nunca ha habido tanto en juego y la lucha contra el cambio climático es mayor que nunca

Si bien desde hace muchos años la IPCC viene alertando sobre las nefastas consecuencias del calentamiento global, la novedad de este último informe es que se enfoca en la adaptación: el cambio climático tendrá un impacto devastador e inevitable en la Tierra y las personas no tendrán más opción que adaptarse a ese nuevo escenario. Tras más de un siglo y medio de desarrollo económico basado en las energías fósiles, la temperatura del planeta ha subido 1,1 º C desde la era preindustrial, multiplicando las canículas, las sequías, las tormentas y las inundaciones devastadoras.

En casi todos los continentes, el mundo sufre catástrofes climáticas. Cerca de «4.500 millones de habitantes del planeta sufrieron alguna catástrofe ligada a un evento climático en los últimos 20 años», informo el jefe del Organización Meteorológica Mundial (OMM), señalando que las energías fósiles «doparon» la atmósfera, reforzando el efecto invernadero. Las consecuencias del calentamiento global impactarán a todos los continentes y todos los aspectos: salud, seguridad alimentaria, escasez de agua, desplazamiento de poblaciones, destrucción de ecosistemas.

Es importante mencionar que según el FMI la trayectoria hacia una nueva economía verde se fortalecería con el impuesto sobre el carbono de los combustibles contaminantes, es decir al carbón, el petróleo y el gas, aplicado globalmente de forma gradual y con un anuncio previo lo que incentivaría a los productores de energía a producir desde ahora combustibles más verdes, para lo cual se deberían promover las inversiones verdes: en transporte público limpio, redes eléctricas inteligentes que incorporen energías renovables en la producción de electricidad y el acondicionamiento de edificios para que mejoren su eficiencia energética. Es posible evitar el aumento global de la presión tributaria disminuyendo al mismo tiempo impuestos ineficientes y socialmente regresivos. Lamentablemente no se registran avances en negociaciones internacionales en ese sentido.

Frente a la necesidad de reducir drásticamente las emisiones de gases que atrapan el calor de aquí al 2030 – para evitar o superar el límite de +1,5ºC de la temperatura global, el mundo se comprometió en la COP26 de Glasgow, en noviembre pasado, a acelerar la lucha contra el calentamiento. No obstante, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, calificó dicha iniciativa como «insuficiente» para aplazar «la catástrofe climática que aún toca la puerta». Las negociaciones internacionales para mitigar las emisiones contaminantes, vienen registrando pocos avances Esta amenaza ambiental global, requiere una solución global con compromisos de todas las naciones, lamentablemente la reunión de Glasgow no pudo determinar compromisos importantes por parte los países convocados por Naciones Unidas

Es positivo que las inversiones energéticas hayan comenzado a orientarse hacia las nuevas tecnologías y la mayor eficiencia en el uso de la energía, pero para consolidar este proceso se requerirán más inversiones en investigación y desarrollo. Aquí deberán jugar un papel central los estados, generando incentivos para impulsar las iniciativas de los sectores privados, orientadas hacia el desarrollo de nuevas tecnologías amigables con el medio ambiente. En la última década los costos de las energías renovables no solo han disminuido, sino que las inversiones en estas actividades se han multiplicado más de seis veces,

Es necesario un esfuerzo globalmente coordinado para dejar de contaminar la atmósfera Esto exigirá inversiones en energías menos contaminantes como el hidrogeno y en tecnologías para reducir el consumo energético por unidad de PBI y en captura y almacenaje de CO2. La transición hacia un crecimiento sostenible exigirá nuevas políticas por ejemplo:(i) Impulsar la inversión pública en infraestructuras sostenibles—restablecimiento de tierras degradadas y conservación de ecosistemas existentes (ii). Políticas industriales que estimulen innovaciones tecnológicas que cuiden el clima (iii) Expansión de los modos de transporte que permitan reducir las emisiones, (iv) Asegurar que las nuevas construcciones sean “verdes”, es decir reduzcan las emisiones. Cada vez se reconoce más que los costos y daños del cambio climático no se han tenido en cuenta.

Si lo hacemos bien, podemos marcar el inicio de una nueva era de desarrollo con mayores oportunidades para los habitantes de todo el mundo. Pero se requiere un consenso global, liderado por las naciones más contaminantes, para poder reducir rápidamente las emisiones y, también, la ayuda financiera que los países ricos deberían otorgarles a los más pobres, para que enfrenten los crecientes peligros del cambio climático.