Cambio climático. Acuerdo global o guerra comercial?

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Por Alieto Aldo Guadagni (Academia Argentina de Ciencias del Ambiente)

La reciente reunión internacional sobre el cambio climático, convocada por el Presidente Biden ha puesto en evidencia la grave amenaza de la contaminación atmosférica. En esta nota se consideran los riesgos de las crecientes emisiones de gases contaminantes generadas por los combustibles fósiles. Se trata de una externalidad negativa que debería exigir un pago por parte del emisor, en el marco de un amplio acuerdo global evitando así los grandes riesgos de una guerra comercial entre las naciones.

A) Los riesgos de las crecientes emisiones de gases contaminantes

Durante el 2020 la recesión económica mundial generó una transitoria reducción en el flujo de emisiones de CO2, pero esto ya tiende a cambiar ya que en diciembre pasado las emisiones fueron superiores a las de un año atrás. Esto significa que, salvo en el caso de una nueva recesión de carácter global las emisiones volverían a crecer. Destaquemos que, a pesar de la gran recesión global del 2020, siguió creciendo el stock de dióxido de carbono y metano acumulados en la atmosfera. Según NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration-USA) la actual acumulación de CO2 en la atmósfera es comparable con la existente hace más de 3 millones de años. En esos años el nivel del mar era 23 metros mayor que el actual y la temperatura 4 grados más que hoy.

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM) únicamente cuando las emisiones de CO2 se acerquen a cero dejarán de seguir impulsando un aumento en la temperatura en el planeta. Este calentamiento global impulsará más catástrofes naturales, que serán no solo más frecuentes, sino más graves, como ya viene ocurriendo en los últimos años. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), convocado por Naciones Unidas, informó que “los constantes cambios de clima dan lugar a fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, ya que se rompe el equilibrio climático”. Existe una gran correlación entre los gases acumulados y los crecientes desastres naturales.

B) Evolución reciente de las emisiones de gases contaminantes. Los combustibles fósiles

En la actualidad los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) representan el 80 por ciento del consumo total de energía. Si deseamos cuidar la Tierra esta matriz energética debería ser totalmente distinta, ya que las energías limpias en el próximo futuro deberían representar nada menos que alrededor del 75 por ciento de este total. Por ejemplo, la energía solar se debería multiplicar 30 veces y la eólica 14 veces; al mismo tiempo deberíamos reducir la cantidad de energía requerida por unidad de PBI, es decir mejorar tanto la eficiencia como la conservación energética. Si bien el flujo de las emisiones de origen energético cayó el año pasado 5,8 por ciento, el stock acumulado que rodea la Tierra siguió creciendo y ya es un 50 por ciento mayor al vigente antes de la Revolución Industrial.

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE) se espera este año un repunte del 4,4 por ciento en el consumo global de energía, los grandes países emergentes como China e India lideran este repunte. Lo preocupante es el importante repunte de los fósiles, por ejemplo, se espera que el incremento en consumo de carbón sea mayor al de todas las energías renovables. Este año se estima que las emisiones contaminantes de origen energético trepen un 5 por ciento.

C) Seguirán creciendo las emisiones contaminantes?

Todo esto nos alerta sobre las posibilidades reales de no cruzar la barrera crítica de 1,5 C, acordada por los países en el Acuerdo de París (2015). Ya que los compromisos de reducción son muy inferiores a lo ambientalmente requerido, los  nuevos compromisos deberían apuntar a que las emisiones en el 2030 sean 45 por ciento menores que en el año 2010 y deberían desaparecer en el 2050. Esto exige una nueva política ambiental de alcance global, que estimule la reducción casi total del consumo energético de origen fósil, como resultado de una fuerte expansión de las energías limpias, nuevas alternativas como el hidrógeno y una mejor eficiencia y conservación energética.

A pesar de muchas declaraciones de los gobiernos, pero sin compromisos efectivos, los combustibles fósiles apuntan a mantener esencialmente los niveles actuales de consumo en los próximos años. Se estima una reducción en el 2050 de apenas 2 por ciento (según BP) sobre el nivel actual, resultado de reducción en el consumo de petróleo y carbón, pero fuerte aumento en el de gas.

D) La contaminación es una externalidad negativa que exige un pago

Las consecuencias negativas de las emisiones contaminantes han estado fuera de la ponderación económica por parte de las empresas y muchos gobiernos, esto se debe al hecho que no se ha incorporado al sistema de precios el costo de los efectos perjudiciales de las emisiones sobre la salud de las personas y la viabilidad de muchas regiones y países. El cambio climático es un problema global que también exige una solución de alcance global

Fijar un precio a las emisiones encarecería los combustibles contaminantes, esto estimularía la reducción en su consumo y el aumento en la demanda de nuevas energías de origen limpio. Este tributo sería un gran estímulo al desarrollo de nuevas tecnologías que apunte a reducir las emisiones, como la construcción de viviendas y edificios “ambientales”, transporte ferroviario y terrestre modernizado, industria automotriz con menos combustible por Km recorrido de los vehículos y nuevas tecnologías en los procesos de producciones primarias y de carácter industrial.

Recientemente se han hecho propuestas para reducir las emisiones, como la declaración de los “economistas sobre los dividendos del carbono”. Esta declaración fue firmada por 3333 economistas norteamericanos, incluyendo a cuatro ex.-Presidentes de la Reserva Federal, 27 ganadores de Premios Nobel, y dos ex­ Secretarios del Tesoro. Esta propuesta se centra en la implantación en Estados Unidos de un impuesto al CO2, pero para evitar un aumento de la presión tributaria, se propone también un dividendo periódico que se devuelve igualitariamente a los habitantes, con liquidaciones trimestrales. La propuesta apunta a universalizar este tributo ambiental.

Según el FMI esta política tributaria sería eficaz para abatir las emisiones. Por ejemplo, si el impuesto sobre el carbono se fijara en Estados Unidos en 50 dólares por tonelada, hacia el 2030 las emisiones de CO2 caerían 22 por ciento, mientras estos ingresos fiscales representarían anualmente alrededor del 0,7 por ciento del PBI. Así planteado la nueva carga tributaria luce altamente regresiva, ya que representa 0,9 por ciento de los ingresos del quintil superior de la población, pero trepa al 1,6 por ciento del consumo de quienes se ubican en quintil inferior. Claro que esto ocurre antes de disponer como se utilizan estos nuevos ingresos tributarios, según las estimaciones del FMI con una fracción de esta renta fiscal se podría compensar a la población de menores recursos. El saldo tributario se podría utilizar para la promoción de nuevas energías y la disminución de los impuestos que desalientan la creación de empleo.

E) La nueva propuesta de Biden

Cuando Biden convocó a la reunión climática de líderes de muchos países ya había dado una señal, bien opuesta a la de su antecesor, volviendo a aceptar el Acuerdo de París rechazado por Trump. En esta reunión, celebrada en abril de este año, Biden se comprometió a reducir las emisiones de gases invernaderos de Estados Unidos alrededor de un 50 por ciento respecto a los niveles de 2005 para el año 2030.

Biden también expreso que propiciará nuevas medidas para “atajar la crisis climática”, afirmando que apuntará tanto “dentro como fuera de sus fronteras”, esto significa que si Estados Unidos implanta el impuesto a las emisiones podría también determinar que sus importaciones desde países donde no existan estos tributos deban abonar el mismo impuesto vigente para la producción norteamericana. Esta política para ser efectiva y no perjudicar las nuevas inversiones en EEUU debería ser coordinada con la UE y también con Canadá, el Reino Unido, Japón, Corea. Esta alianza podría así presionar a China, el primer contaminador mundial a adoptar una medida similar. Según James Baker y George Shultz únicamente una alianza liderada por Estados Unidos podría presionar a grandes naciones contaminantes como China, India y Rusia para que también graven impositivamente las emisiones contaminantes.

La combinación de un impuesto interno a las emisiones y de una tarifa a las importaciones de acuerdo a la contaminación generada por las importaciones no gravadas en el origen facilitaría la formación de una nueva alianza ambiental. El problema es que este nuevo escenario internacional sería mucho más conflictivo que otro escenario basado en un acuerdo global de alcance tributario que alcance a todas las naciones. Por esta razón la próxima COP, que convocará  a las naciones en Glasgow (Escocia) en noviembre  será decisiva para nuestro futuro en la Tierra.