Es necesario una nueva visión global de la energía

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Por Alieto Aldo Guadagni (Academia Argentina de Ciencias del Ambiente)

Abatir las actuales emisiones de CO2 es esencial para cumplir el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura mundial y evitar las consecuencias devastadoras para el planeta. Cumplir esta meta necesita compromisos que apunten a la descarbonización, esto significa reducir drásticamente las emisiones de carbono de combustibles fósiles, deforestación, procesos industriales y además compensar las emisiones restantes mediante la reforestación.

La aspiración de los contaminantes de eludir la carga de la externalidad negativa del cambio climático complica la negociación en el ámbito de las Naciones Unidas. Esta externalidad global pone en riesgo el clima, que es un bien público global, por esta razón el reconocimiento o la negación de esta externalidad es crucial en la política energética. Al actual ritmo de aumento de las emisiones cruzaríamos el límite crítico de 450 ppm en la próxima década. El mundo está lejos de los objetivos que se propuso hace seis años en París y aún no hemos logrado acordar eficaces políticas internacionales.

Hay que distinguir el flujo anual de emisiones contaminantes con el stock acumulado en la atmósfera rodeando a la Tierra. Después de más de un siglo de industrialización y deforestación a gran escala, los gases de efecto invernadero en la atmósfera se han incrementado y acumulado como nunca antes en millones de años. A menos que se actúe con decisión para frenar las emisiones de estos gases, la temperatura mundial podría aumentar entre 2 °C y 5 °C de aquí a final de este siglo, como informo el FMI en la reunión anual de octubre.2020. Los gases CO2 acumulados en la atmósfera ya llegan a 417 partes por millón (ppm), esto significa un aumento de 2,4 ppm en los últimos 12 meses. A este ritmo en apenas 14 años cruzaríamos la barrera crítica de los 450 ppm, requerida para que la temperatura global no se incremente 2 grados centígrados sobre el nivel preindustrial. La pandemia mundial ha cambiado transitoriamente esta situación, ya que la caída en la utilización de fósiles ha reducido las emisiones de CO2, que en el 2020 año han sido inferiores debido a la recesión global, pero esta no es una solución sustentable ni alcanza ya que ahora día a día sigue aumentando el CO2 acumulado en la atmósfera a medida que se expande el PBI.

Las negociaciones internacionales para cuidar el planeta no registran progresos, como lo puso en evidencia la última COP celebrada en Madrid en el 2019. El escenario de estas negociaciones muestra disparidades en las emisiones contaminantes energéticas entre las naciones, que las hacen muy complejas, por ejemplo: Un norteamericano emite anualmente más del doble que un chino. Un alemán emite 5 veces más que un habitante de la India. Un inglés 10 veces más que un congolés. Un español el triple que un marroquí y un argentino más del doble que un uruguayo. Estamos emitiendo 4,4 toneladas de CO2 de origen energético por habitante del planeta, pero los habitantes de países industrializados emiten casi el triple por habitante que los de países en desarrollo (9 vs 3,2 toneladas).

En noviembre de 2021 Naciones Unidas convocara a los líderes mundiales en Glasgow, Escocia, para considerar la actualización del Acuerdo de París de 2015. El problema fue que los compromisos asumidos por los países para reducir las emisiones de carbono no alcanzaron hasta ahora los objetivos establecidos de limitar el aumento a 1,5 °C. Pero no estamos avanzando en ese sentido, ya que según las políticas energéticas vigentes se espera que el mundo supere el límite de 1,5 °C en menos de 20 años, y que alcance 3 °C de calentamiento para fines de siglo.

En 1980 el principal contaminador global era Estados Unidos, con emisiones que entonces representaba más del triple que las chinas. Ahora el mapa de la contaminación global es distinto al del siglo pasado por el cambio en el liderazgo económico, ya que China está emitiendo actualmente el doble que los Estados Unidos. Cuando asumió Trump (2016) decidió el retiro del Acuerdo de París (2015). Joe Biden, actual presidente, declaró que el cambio climático es el «problema número uno que enfrenta la humanidad» y se comprometió a liderar una transición nacional de los combustibles fósiles a la energía renovable.

La crisis sanitaria de la COVID19 generó la crisis productiva más grande desde la Segunda Guerra Mundial, abatiendo las emisiones mundiales de CO2 alrededor del 6 por ciento, pero esta caída toco piso a mediados del 2020 y ya hacia fines del 2020 se registra un repunte global de la producción de bienes que impulsa el aumento en las emisiones contaminantes, ya que según la Agencia Internacional de Energía en diciembre del 2020 las emisiones fueron mayores a las del año 2019. El nivel de emisiones mundiales del año pasado fue inferior al del año 2019, pero las proyecciones indican que repuntaran este año, esto ocurrirá salvo que comiencen a implementarse nuevas políticas energéticas de carácter global. Se estima que este año repuntará globalmente el PBI, el consumo de energía y por ende también las emisiones contaminantes, como ya está ocurriendo en China, el principal contaminador mundial. Un ejemplo es el consumo mundial de petróleo, que el año pasado se redujo un 9 por ciento, pero ya comenzó a repuntar y hacia el 2026 será un 14 por ciento mayor al del año pasado, aportando más emisiones. Estas proyecciones, basadas en las decisiones energéticas que se están implementando son totalmente incompatibles con el hecho que a lo largo de la próxima década, será necesario recortar las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero de una manera drástica para alcanzar la meta del Acuerdo de París de 2015 que apunta a contener el calentamiento atmosférico en 1,5-2°C.

La tarificación del carbono está cobrando impulso en el mundo entero. En los últimos tiempos, China, Corea y Alemania han puesto en marcha mecanismos de comercio de derechos de emisión, en tanto que Canadá incrementará el precio del carbono a USD 135 para 2030. La oposición a la tarificación en Estados Unidos sigue siendo firme —nueve proyectos de ley sobre el carbono han quedado estancados en el Congreso desde 2018— pero hay estrategias para promover el apoyo.

Estados Unidos, que es el segundo contaminador mundial, está cambiando drásticamente su política ambiental, su nuevo plan climático lo compromete a alcanzar la neutralidad del carbono para 2050, con una meta de emisiones en 2030 que se anunciará en el futuro próximo. El plan contempla normas sobre emisiones energéticas más estrictas, subsidios a las tecnologías limpias y un ampliado financiamiento público a lo largo de 10 años para infraestructura energética limpia y nuevas tecnologías como el hidrógeno verde. Como señala Ian Parry (FMI) “El plan de Estados Unidos busca promover una mitigación más ambiciosa entre los grandes países emisores. La cooperación internacional puede ayudar disipando las inquietudes en torno a los efectos en la competitividad y la posibilidad de que los países renieguen de sus compromisos sobre mitigación. Un mecanismo prometedor para complementar los compromisos de los países en el marco del Acuerdo de París sería un mínimo internacional acordado entre los grandes países emisores y aplicado al precio de las emisiones de carbono.”

El Presidente Biden ha anunciado la convocatoria el 22 de abril de una cumbre internacional de líderes en la que Estados Unidos expondrá el cambio de rumbo de su gobierno en materia de políticas medioambientales cuando dispuso la vuelta de Estados Unidos a los Acuerdos de París y tiene previsto nuevas medidas para “atajar la crisis climática”, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Biden se ha fijado la cuestión medioambiental como un “elemento esencial de la política exterior y de la seguridad nacional” e incluso plantea “un significativo incremento de la ambición global” en la reducción de emisiones de gases contaminantes, con el objetivo de alejar un horizonte “peligroso” y “potencialmente catastrófico” para el planeta.

Estados Unidos marca ahora el año 2050 como horizonte para lograr la neutralidad de carbono por eso su gobierno prevé replantearse la política energética, para avanzar hacia energías más limpias –mencionando incluso las instalaciones eólicas en el mar–, y avanzar hacia una economía que, en términos generales, sea más sostenible. Entre las medidas concretas, se plantea eliminar los subsidios a combustibles fósiles y una pausa en la firma de nuevos contratos de explotación de yacimientos de petróleo y gas en terrenos federales, con el objetivo de ganar tiempo mientras se hace una “revisión rigurosa” de los actuales programas.

Un problema global requiere para su solución un acuerdo global entre todas las naciones, en el mundo hay casi 200 naciones que participan anualmente de las reuniones convocadas por Naciones Unidas para encarar el cambio climático. Los progresos desde que comenzaron estas reuniones en 1995 han sido mínimos, ya que no ha sido posible coordinar una actitud eficaz por parte de quienes lideran mundialmente las contaminaciones, recordando que apenas seis participantes en estas reuniones representan nada menos que 2/3 de las emisiones (China, USA, UE, India, Rusia y Japón), sin ellos no hay solución.

Pero atención, esto no significa que nosotros no debamos también asumir la responsabilidad de definir y ejecutar nuevas políticas que ayuden eficazmente a cuidar la “Casa Común”.