Es necesario un rumbo “limpio” para la energía

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Por Alieto Aldo Guadagni (Academia Argentina de Ciencias del Ambiente)

Estamos viviendo una recesión globalizada, que solo es comparable con la crisis mundial de 1930, que está reduciendo la producción, el empleo y el consumo de bienes y servicios, hechos originados por la pandemia. Esta recesión está afectando el sector energético al reducir la demanda de la industria, el comercio y el transporte vehicular, aéreo, marítimo y ferroviario. Los combustibles fósiles están disminuyendo su producción, la Agencia Internacional de Energía estima que la mayor caída le corresponderá este año al petróleo (9%), seguido por el carbón (8%) y el gas (2,3%). La reducción en la demanda de petróleo retrotrae su nivel al año 2012. La reducción en el consumo energético de este año, equivale al consumo sumado de Francia, Alemania, Italia y UK y es la mayor desde la Segunda Guerra Mundial.

Por primera vez se reducen las emisiones contaminantes

Las emisiones contaminantes venían creciendo desde la Revolución Industrial a fines del siglo XVIII, impulsadas por el crecimiento económico de las últimas décadas. Las emisiones del 2019, originadas por los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), fueron 136 por ciento mayores a las del año 1971. Pero la pandemia está cambiando esta situación, ya que la caída en la utilización de combustibles fósiles que se viene registrando está reduciendo las emisiones de CO2 , que se estima que este año serán un 8 por ciento inferiores a las del 2019, volviendo así a las emisiones de hace 10 años. Esta reducción en la generación de CO2 corresponde a la reducción del consumo de carbón (42% del total de la reducción), seguido por el petróleo (38%) y el gas (20%).

Recuperar los niveles productivos perdidos por la recesión y también recuperar los empleos, exigirá medidas fiscales y monetarias, que apunten a estos objetivos. Estas medidas deberían incluir un tratamiento orientado a la expansión de las actividades que contribuyan a reducir las emisiones; destaquemos las tecnologías industriales con menos consumo energético, la expansión de las energías limpias (solar, eólica e hidroeléctrica), la modernización de la industria automotriz y del transporte público urbano e interurbano, la expansión del ferrocarril de cargas para reducir las emisiones, y la construcción de edificios con normas que apunten a la reducción del consumo energético. Si no se define globalmente una nueva política que apunte a evitar los daños del cambio climático, correremos el riesgo de tener una recuperación productiva cuando superemos la pandemia, pero también un repunte de las emisiones contaminantes.

Nuevos Horizontes para el Transporte

El transporte es primordial ya que sostiene la actividad de todos sectores, pero ha venido repercutiendo de forma adversa en el medio ambiente y la salud humana. El transporte tradicional, que utiliza derivados del petróleo como combustible, es uno de los principales generadores de los gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, y también provoca contaminación atmosférica, que se ha visto agravada por el aumento en la cantidad de vehículos en el mundo, que ya supera en más de un 50 por ciento la cantidad existente hace una década. Año a año crecen las emisiones de CO2 generadas por estos vehículos; esto exige otra agenda que propicie transportes bajos en carbono como el ferrocarril, y la adopción de nuevas tecnologías como los autos eléctricos. El transporte origina la cuarta parte de las emisiones globales, pero es posible transformar este transporte para que deje de seguir contaminando. Los vehículos son una fuente de emisiones de CO2, pero no todos los países utilizan los mismos tipos de vehículos ya que existen diferencias en la regulación estatal y en el tratamiento fiscal de los derivados petroleros y gasíferos requeridos para la movilidad de los vehículos. Las diferencias son notables y han sido estimadas por la Agencia Internacional de Energía, señalando que un vehículo en Estados Unidos emite un 60 por ciento más que en España, Italia y Francia.

En Argentina deberíamos implementar iniciativas para tener un transporte más sustentable, entre las cuales destacamos las siguientes: (i) Más y mejor transporte público de pasajeros de carácter masivo, moderando así la expansión de la flota automotriz que emite mucho CO2 por pasajero. (ii) Modernización y expansión del ferrocarril de carga que emite menos CO2 por tonelada transportada que los actuales camiones. (iii) Normas técnicas en la industria automotriz para reducir las emisiones y (iv) Vehículos eléctricos. Las normas técnicas mencionadas en (iii) son importantes, ya que los vehículos son una gran fuente de emisiones de CO2, pero no todos los países utilizan los mismos tipos de vehículos ya que existen diferencias en la regulación estatal y en el tratamiento fiscal de los derivados petroleros y gasíferos requeridos para la movilidad de los vehículos.

Las estimaciones de la Agencia Internacional de Energía indican que las emisiones de los vehículos de Estados Unidos son mayores que las nuestras, pero nuestros vehículos emiten alrededor de un 40 por ciento más que los de Italia, Francia y España. Las diferencias son significativas, por eso es oportuno el diseño de normas regulatorias que reduzcan el consumo de combustible y de las emisiones, cuestión que debería ser encarada por nuestro gobierno.

Crece la producción de vehículos eléctricos

Es posible que la expansión de la flota de vehículos eléctricos pueda disminuir las emisiones de CO2, además de reducir la contaminación atmosférica y acústica. La flota automotriz eléctrica viene creciendo rápidamente, ya que las ventas mundiales de estos vehículos vienen creciendo anualmente más del 50 por ciento, el año pasado se vendieron 2,2 millones de estos vehículos lo que representa una participación del 2,6 por ciento en el total de vehículos vendidos. Se estima que este año las ventas mundiales de autos eléctricos lleguen a 2,3 millones (3 por ciento del total de ventas). Aun así la flota de vehículos eléctricos apenas llegaría a representar el uno por ciento de la flota mundial de vehículos. Es notable el predominio chino, ya que sus ventas anuales de autos eléctricos ya alcanzan a la mitad de las ventas mundiales de estos autos y son más del triple que las de los Estados Unidos.

Los autos eléctricos están siendo favorecidos en muchos países, ya sea con reducciones tributarias o financiamiento preferencial. La UE es el segundo productor mundial de autos eléctricos y ha definido recientemente nuevas políticas de impulso a la producción de estos autos. Ya son varios los países europeos que otorgan beneficios a los autos eléctricos como la exención del pago de peajes y descuentos en patentes. Además, se ha fijado a los autos un límite máximo de contaminación de 95 gramos de CO2 por kilómetro. Esta medida beneficia claramente a los vehículos que se desplazan a través de energía eléctrica, ya que se impondrán sanciones a los que superen dicha cifra. Al mismo tiempo, la UE ha establecido la prohibición de los motores de combustión para el año 2035, dando así lugar a una mayor producción de vehículos eléctricos. Al considerar el impacto ambiental de los vehículos eléctricos en nuestro país tenemos que asegurar que el consumo eléctrico de estos nuevos vehículos sea abastecido por fuentes de generación de energía eléctrica que sean “limpias”. No será lo mismo aumentar la oferta de energía eléctrica utilizando combustibles fósiles que expandiendo las “limpias” (eólica, hidroeléctrica y solar).

 Volver a Crecer pero sin contaminar

Es necesario la adopción de nuevas tecnologías que no sean contaminantes, asegurando que cuando recuperemos los niveles productivos y de empleo, no dejemos de lado la necesidad de comenzar a transitar hacia una economía más “limpia”. El objetivo global debe ser preservar el medio ambiente en el planeta que está siendo amenazado, no solo por la pandemia del coronavirus, que podrá ser superada gracias a las investigaciones científicas, sino también por estas emisiones contaminantes donde la amenaza es creciente y aún no hemos logrado acordar eficaces políticas internacionales.