Aún estamos a tiempo

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Por Alieto Aldo Guadagni (Academia Argentina de Ciencias del Ambiente)

El mundo no contó con un informe de los impactos económicos del cambio climático que fuera comprehensivo acerca de los efectos negativos en el planeta y la humanidad del impacto del calentamiento global, hasta que en el 2006, apareció el Informe Stern sobre la Economía del Cambio Climático. Este informe desplazó el eje del debate acerca del cambio climático, ya que pasó de uno centrado en temas exclusivamente ambientales a otro focalizado en los aspectos económicos. Su conclusión más impactante fue que el cambio climático podría provocar un daño muy superior al costo económico por reducir las emisiones contaminantes. En esta nota se presenta la situación ambiental actual la cual, lamentablemente ya es más grave que cuando Stern nos alertaba con su Informe, ya que las emisiones contaminantes vienen creciendo.

La aceleración de los desastres ambientales nos indica la gravedad de la problemática. Los humanos somos los responsables, ya que desde la Revolución Industrial la actividad viene acumulando enormes cantidades de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera, debido al creciente consumo de combustibles fósiles y la deforestación. El año 2019 terminó con una temperatura mundial 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales, agravando el calentamiento global. Por eso no debe sorprender que, Antonio Gutiérrez, Secretario General de la ONU informe que estamos lejos de cumplir los objetivos del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura a 1,5 o 2 °C. El quinquenio 2015-2019 comprende los años más cálidos de los que se tiene constancia, y el decenio 2010 a 2019 ha sido el decenio más cálido jamás registrado. A partir de los años ochenta, cada nuevo decenio ha sido más cálido que los anteriores desde 1850. El mes de enero de este año es el más cálido del que se tienen datos.

El CO2 acumulado en la atmósfera hoy es mayor que en cualquier momento de los últimos 800 mil años, ya que las emisiones siguen aumentando. Este es un hecho preocupante que no recibe la atención debida. Los cambios climáticos están transformando el mundo. A inicios de la Revolución Industrial el CO2 acumulado alcanzaba a 280 ppm, en 1960 había trepado a 317 ppm ahora ya trepó a 414 ppm, es decir mucho más en menos años. La barrera crítica que no debería ser cruzada se estima en 450 ppm, al actual ritmo se llegaría a cruzarla en apenas 12 años.

Los daños ambientales crecen año a año. Mencionemos los devastadores incendios de Australia que provocaron un pico en las concentraciones de CO2. Los récords de temperatura en la Antártida estuvieron acompañados de episodios de disminución del hielo y fractura de un glaciar, hechos que incidirán en la subida del nivel del mar. Las alteraciones en la distribución de las precipitaciones a escala mundial han tenido repercusiones en muchos países. El nivel del mar sube a un ritmo cada vez mayor, debido a la expansión térmica del agua marina, así como también debido a la disminución de los mayores glaciares, como los de Groenlandia y la Antártida. Esto amenaza gravemente las zonas costeras y las islas con mayor riesgo de inundaciones y puede provocar que sus zonas bajas queden sumergidas por las aguas. En 2019, el nivel medio del mar a escala mundial alcanzó el valor más elevado del que se tienen datos.

La sequía afectó a muchas partes de Asia y Australia, siendo el año más seco del que se tiene constancia. A finales de junio y julio se produjeron grandes olas de calor en Europa. Los incendios forestales fueron muy importantes en regiones situadas en latitudes altas, como Siberia (Rusia) y Alaska (Estados Unidos), y se registraron fuegos en partes del Ártico donde antes las llamas eran infrecuentes. La intensa sequía que azotó Indonesia y los países vecinos provocó la temporada de incendios más devastadora desde 2015. En América del Sur se registró el número total de incendios más elevado desde el año 2010. En Australia, la temporada de incendios fue larga y con grandes focos de incendios.

Los cambios en las condiciones climáticas facilitan la transmisión del virus del dengue a través de mosquitos con el consiguiente incremento del riesgo de contraer la enfermedad. En paralelo, la incidencia mundial del dengue se ha multiplicado drásticamente en los últimos decenios, y el riesgo de infección afecta a aproximadamente la mitad de la población mundial. En 2019 se produjo un gran aumento en la cantidad de casos de dengue en todo el mundo, particularmente en nuestro país y Paraguay. De no adoptarse un plan acelerado para frenar el cambio climático, los riesgos para la salud humana y la seguridad alimentaria e hídrica seguirán creciendo, por eso es crucial revertir la situación y reducir las emisiones de CO2 a un nivel cero neto de aquí a 2050. Las emisiones, producidas por los fósiles (carbón, petróleo y gas), ponen en peligro las condiciones climáticas. La creciente utilización de fósiles, que son distintos a las energías “limpias”, viene impulsando el crecimiento de las emisiones. El combustible más contaminante es el carbón, que representa un tercio de la producción total de fósiles, pero 44 por ciento de las emisiones.

Necesitamos un plan global para garantizar nuestro futuro, pero influyen negativamente intereses económicos que se siguen oponiendo a la implementación de una eficaz acción climática, como lo evidencian los escasos avances en las negociaciones internacionales que comenzaron con la COP- 1 en Berlín en 1995, ya estamos emitiendo 55 por ciento más que ese año. Es urgente internalizar esta enorme externalidad negativa mediante tributos a las fuentes contaminantes. Apenas 6 jurisdicciones representan 67 por ciento de estas emisiones totales, a saber: China (28 %), USA (14), UE (10), India (6), Rusia (5), Japón (4). O sea que las 190 naciones restantes representan apenas la tercera parte. Por eso la clave de un acuerdo internacional que sea efectivo exige el consenso de estos seis grandes participantes. Estamos emitiendo 4,4 toneladas de CO2 por habitante del planeta, pero los habitantes de países industrializados emiten casi el triple por habitante que los de países en desarrollo. Las negociaciones tropiezan con estas disparidades entre las naciones, que las hacen complejas. Por ejemplo: un norteamericano emite más del doble que un chino. Un alemán emite 5 veces más que un habitante de la India. Un inglés 10 veces más que un congolés.

Los países con un alto nivel de ingresos deberían alcanzar antes un nivel neto cero de emisiones para conceder más tiempo a aquellos otros con un bajo nivel de ingresos. No alcanza con que las emisiones dejen de crecer, es necesaria abatirlas ya que a menos que caigan 7 % anualmente entre 2020 y 2030, el mundo no alcanzará el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales establecido en el Acuerdo de París. Ir más allá de 1.5 °C aumentará la frecuencia e intensidad de los impactos negativos. No podemos seguir mirando para otro lado y no asumir la realidad, ya que si no se implementan sin demoras políticas a escala internacional con exigibles compromisos de abatir las emisiones seguiremos acumulando gases y acelerando los daños ambientales. Debería motivarnos saber que enero de este año fue el mes de enero más caluroso en la Tierra desde 1880. El cambio climático es global, es decir su impacto cruza las fronteras, por esto la solución podrá ser únicamente alcanzada con un acuerdo global. Enfrentamos un problema global que exige una solución global, que no se solucionará por el mero agotamiento de las reservas de fósiles. Nunca hubo tanto carbón, petróleo y gas como hoy.

Las energías renovables y la eficiencia energética son clave para reducir las emisiones. La humanidad dispone de los conocimientos científicos y tecnológicos para preservar nuestra Casa Común, como propiciaba Stern en su informe. El crecimiento económico es clave para abatir la pobreza mundial, por eso es alentador que sea falso el dilema entre “crecimiento económico con más emisiones” o “menos crecimiento con menos emisiones”. El talento humano está en condiciones de asegurar un crecimiento económico con menos emisiones, teniendo en cuenta los avances de nuevas energías “limpias“ y también en la conservación y eficiencia en el consumo de energía. Pero hay que actuar ya porque no hay tiempo que perder, somos la última generación que puede preservar nuestra Casa, como enseña el Papa Francisco “El clima es un bien común, de todos y para todos”.