La revolución silenciosa en el lento camino del desarrollo

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Por Hernán Lacunza (Ex Ministro de Economía de la Nación y de la Provincia de Buenos Aires)

No iremos a dormir una noche como adolescentes y amaneceremos como adultos sorprendidos frente al espejo. El camino al desarrollo es parsimonioso. Los atajos populistas hipotecan futuro para comprar presente a tasas usurarias. Sueños efímeros y circulares. A veces anestesiados por tarifas ficticias, dólar reprimido por cepos o estadísticas miserables para esconder a los pobres. Pero terminan cuando, implacable, el sol corre el velo de la ficción.

Hace cuatro años propusimos un camino distinto al de las décadas previas. Como todo gobierno, algunas cosas salieron bien; otras, más o menos; otras, mal. Las obras están a la vista. La inflación, también. Pero hay cosas menos atractivas para los titulares habituales, pero no menos importantes, porque el cambio esencial puede ser invisible a los ojos.

Luego de décadas de decadencia, en la provincia no tenemos la salud pública que queremos. Pero en esa búsqueda, tras bajar tres años seguidos, la mortalidad infantil del trienio 2016-18 es la más baja de la historia, y llegó al 8,9 por mil en 2018. En políticas públicas no siempre es fácil identificar causa-efecto, pero difícil disociar ese avance con el programa El camino de la embarazada, un seguimiento personalizado que comienza con el diagnóstico precoz en los centros de atención primaria (53 ya terminados de un total de 234 que culminarán este año), integra una red coordinada de 34 maternidades para asegurar servicio de neonatología en todas las regiones sanitarias, y acompaña la temprana nutrición infantil con el programa Un Vaso de Leche por Día, que abastece a madres embarazadas y 400.000 niños hasta los 5 años.

Tampoco parece disociado que la internación infantil por diarrea haya bajado 7,7% en la región donde se extendió la cobertura de red cloacal, o que la tasa de mortalidad en accidentes viales haya bajado un 16,6% en la región cubierta por el nuevo servicio del SAME (101 municipios que albergan al 73% de los bonaerenses). Eso significa 200 muertes menos por año.

Con un deterioro tendencial paralelo al sanitario, hace rato que tampoco tenemos la educación pública que soñamos para nuestros hijos. El debate público, bastante sórdido para maestros, padres y chicos, mostró sonoras desavenencias entre funcionarios y sindicalistas en torno a la educación para adultos. Pero ocupó menos espacio que la matrícula de estudiantes adultos se haya más que triplicado, al pasar de 174.000 a 645.000 entre 2016 y 2018.

Tampoco se conoce mucho que el 75% de los alumnos hayan reportado resultados satisfactorios o superiores en las pruebas de lengua de 2018 (era 67% en 2016), y que los que no llegaron al nivel básico se hayan reducido a la mitad (7,2% en 2018 vs 14,5% en 2016). Y que la mejora haya sido más notoria en las 2000 escuelas de mayor vulnerabilidad social donde focaliza su atención el programa Red de Aprendizaje, que despliega el Ministerio de Educación provincial.

Como la educación y la nutrición van de la mano, el presupuesto provincial priorizó recursos para universalizar el servicio de desayuno y merienda a los 1,7 millones de chicos que asisten al nivel inicial y primario de las escuelas de gestión pública. A pesar de la alta inflación, el valor de la ración aumentó 40% en términos reales, lo que permitió pasar del 30% en 2015 al 86% en 2019 la presencia de lácteos y de 0% a 20% la de frutas en el desayuno (+ 130% calcio, + 143% vitamina A, + 53% proteínas).

Añoramos la seguridad del barrio de nuestra infancia. Pero la tasa de homicidios y la de robo automotor, las únicas que se registran consistentemente porque son inocultables, bajaron 22% entre 2015 y 2018 (7,5 a 5,8 cada cien mil habitantes y de 743 a 578 cada cien mil vehículos, respectivamente). En igual lapso, los secuestros bajaron casi a la mitad (de 182 a 96 por año). En apariencia, otros datos parecen menos alentadores, pero vistos en profundidad revelan un Estado que estimula la denuncia extendiendo el servicio del 911 al 94% de los bonaerenses (antes disponible solo para el 34%) y poniendo a disposición del ciudadano la tecnología para denunciar el ilícito por vía digital que se deriva simultáneamente a la Procuración y a la Fiscalía, impidiendo que se cajonee para «hacer de cuenta» que estamos mejor. Por ejemplo, las denuncias por violencia de género casi se quintuplicaron entre 2015 y 2018: además de la saludable intolerancia cultural, influye en el registro la creación de la línea 144, de 24 horas de asistencia a las víctimas, donde se sextuplicó la atención de llamadas y acompañamiento a la víctima.

Quizás el programa más emblemático sea el que focaliza recursos en los 20 barrios más carenciados del conurbano (Integración Social y Urbana), donde viven el 10% de los bonaerenses más vulnerables y que se extenderá al 50% a partir de 2020. Villa Itatí y Villa Azul, en Quilmes; Puerta de Hierro y San Petersburgo, en La Matanza; La Cava, en San Isidro; Carlos Gardel y Costa Esperanza, en Morón; Porá, en Lanús; Garrote, en Tigre; Libertad, en Almirante Brown, por mencionar algunos. Presencia policial e intervención judicial (cinco centros integrales de justicia y 12 destacamentos policiales dentro del barrio); 30 búnkeres derribados y programa Noderas para cortar el circuito del narcotráfico; derechos civiles elementales, como la tramitación de la documentación ciudadana y personería jurídica para organizaciones barriales (Estado en tu Barrio); construcción y equipamiento del centro de atención primaria de salud; jornada extendida en 15 primarias de los barrios (Más Allá del Aula); talleres culturales y artísticos (Arte en Barrios); infraestructura básica donde faltaba todo: pavimentos y veredas, cierre de basurales, redes primarias y secundarias de agua y cloacas, rectificación de arroyos, entubado de cursos de agua, reasentamiento de viviendas

El camino al desarrollo no es lineal. La macro importa mucho. No habrá desarrollo, claro, si no logramos vencer el promedio de 60% de inflación y 31% de pobreza que nos avergüenza desde el retorno de la democracia. Pero el desarrollo también se asienta en la gestión cotidiana de programas públicos de acrónimos incomprensibles y objetivos invisibles para un debate público carnívoro sobre el dólar o las listas de candidatos, pero no para cientos de chicos nacidos vivos, miles que comprenden mejor textos en la escuela, víctimas de abuso amparadas por el Estado, cientos de homicidios evitados, barrios que se inundan menos, tienen un médico más cerca y una canilla comunitaria que le trae agua potable en vísperas de la tercera década del siglo XXI. Una base consistente para que los hijos de esas mismas familias que hoy tienen dificultades para «parar la olla» tengan mejores oportunidades en la década que se avecina.

El 9 de diciembre de 2019 podrán sacarse fotos de caminos rurales en mal estado, obras hidráulicas por terminar, aulas por refaccionar, calles de tierra en el conurbano, pero también de 66 guardias de hospitales refaccionadas y equipadas, 234 centros de salud en el conurbano, 400 km de rutas pavimentadas y 2400 kilómetros repavimentados, 6900 cuadras asfaltadas y 7200 obras en escuelas. Se habrá hecho la cuarta parte de las obras necesarias. Las más imprescindibles, no las suficientes. Faltarán tres de cada cuatro. No nos sorprenderemos desarrollados frente al espejo. Pero faltarán algunas noches menos. Sin claudicar a la ficción de sueños populistas que eternizan la pesadilla de los pobres.


Nota publicada originalmente en La Nación el día 3 de julio de 2019.