DESCORRIENDO EL VELO SOBRE LA POBREZA

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Por Leonardo Gasparini
CEDLAS-UNLP y Conicet

Hace unas semanas el INDEC publicó los esperados números sobre pobreza. Según los cálculos del organismo oficial de estadística, el 32,2% de la población argentina es pobre. La definición general de pobreza adoptada por el INDEC es estándar: son indigentes quienes no tienen un ingreso suficiente para comprar una canasta básica de alimentos, y pobres quienes no superan un nivel más alto, que incluye otros bienes más allá de los alimentos. El INDEC fijó esa línea en $4.090 por mes por adulto equivalente, lo que implica que una familia tipo de cuatro miembros requiere un ingreso superior a $12.638 para no ser pobre. Más allá de las controversias técnicas sobre varias decisiones metodológicas tomadas por el INDEC para fijar estos valores, debe celebrarse que Argentina vuelva a la normalidad y publique una metodología transparente, replicable por cualquier investigador.

La tasa de reducción de la pobreza es ciertamente uno de los principales indicadores de éxito socioeconómico de un país. Pese a su vital importancia, el gobierno anterior primero comenzó por tergiversar las estadísticas sobre pobreza, hasta finalmente dejar de producirlas. Este retiro del Estado de una de sus funciones centrales generó una “privatización” de las estadísticas sociales muy poco saludable. En los últimos años convivieron estimaciones de todo tipo, en general con poco sustento estadístico, que arrojaban resultados inconsistentes.

El INDEC ha decidido cambiar algunos elementos técnicos para estimar pobreza (el consumo básico de calorías, la conformación de la canasta, el coeficiente de Orshansky, entre otros). Con esa nueva metodología la tasa de pobreza para la primera mitad de 2016 es 32,2%. Si aplicamos esa metodología a los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de 2015, la tasa de pobreza para el primer semestre de ese año da 30%, y la de 2011 27%, un valor muy lejano al que reportaba INDEC en esos años (5%).

De acuerdo a estas estimaciones, la pobreza habría aumentado entre el primer semestre de 2015 y el primero de 2016 alrededor de dos puntos porcentuales. Como ocurre con frecuencia en Economía, la evaluación de este resultado genera interpretaciones diversas. Algunos se encargarán de remarcar que la pobreza efectivamente aumentó en el último año (mitad bajo el gobierno anterior, y mitad bajo el nuevo), y que dos puntos implican alrededor de 800.000 personas más en la pobreza (aproximadamente la población de toda La Plata), un resultado lejos del objetivo de pobreza cero.

La visión optimista argumenta que el aumento no es grande, dado el contexto económico mundial y regional desfavorable, que otros países de América Latina están teniendo dificultades semejantes, y que en nuestro país la pobreza aumentó en épocas recientes en magnitudes aún más grandes (3.5 puntos entre 2013 y 2014). Se señala además que en gran parte el aumento se debe a ajustes (devaluación, tarifas, despidos en el sector público) cuya intensidad no se va a repetir, y que sientan las bases de un escenario de crecimiento. Si el contexto internacional ayuda un poco, y con un sistema de contención social fortalecido (ej. AUH a monotributistas, tarifa social, reparación a jubilados), se afirma, la pobreza debería comenzar a caer el año próximo.

Lo sabremos pronto. Por suerte, ahora podemos decir que lo sabremos.