Crecen las emisiones contaminantes y también los desastres climáticos

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Por Alieto Guadagni (Academia Argentina de Ciencias del Ambiente)

Naciones Unidas ha convocado este mes a todas las naciones para considerar la amenaza climática, reconociendo que ahora estamos peor de lo que estábamos durante la reunión de París del 2015. El deterioro climático en todo el planeta se viene agravando año a año, impulsado por crecientes emisiones contaminantes; para tener una idea de la gravedad de estas emisiones basta decir que hoy son más del doble que las del año 1971. El consumo creciente de combustibles fósiles ha venido jugando un papel preponderante en el incremento de este tipo de emisiones, que antes de la Revolución Industrial eran casi nulas.

La Organización Mundial Meteorológica ha venido alertando sobre los eventos que están asolando la Tierra en este año, informando que 2019 ya apunta a ser el mes más cálido registrado en el planeta. Este aumento en la temperatura está ocurriendo al mismo tiempo que hechos preocupantes en todo el mundo, como los grandes incendios en el Amazonas, Siberia, Europa y África. Así se liberaron cientos de megatoneladas de gases que impulsan el calentamiento global. La sequía ha sido importante en estos incendios, pero además fueron importantes las quemas de tierras. El Amazonas es la selva tropical más grande del mundo, abarca cuatro países y alberga millones de plantas y animales. Por eso se la denomina el “pulmón del mundo”. Los bosques son importantes ya que absorben millones de toneladas de emisiones de carbono. Los incendios emiten dióxido de carbono y la deforestación conduce a una menor absorción de CO2 de la atmósfera lo que aumenta el cambio climático. Un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (ONU) destacó “la importancia de garantizar la disminución de la deforestación”.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) presento este año el documento: “Perspectivas del Medio Ambiente Mundial” expresando “el estado general del medio ambiente ha seguido deteriorándose en todo el mundo… es necesario adoptar medidas a una escala sin precedentes para detener y revertir esta situación y proteger así la salud humana y ambiental.” Las tormentas, incendios, inundaciones y sequías causan daños a las personas y un significativo costo económico global. Según el Banco Mundial, el 70 por ciento de las grandes ciudades europeas serán afectadas por el aumento del nivel del mar. Habrá grandes daños en ciudades de Estados Unidos (Baltimore, Charleston, Miami, Nueva Orleans y Nueva York).

Es preocupante no solo que crezcan las emisiones contaminantes, sino que no haya una firme expresión política de los países que padecerán importantes daños en el futuro, parece que muchos anduviéramos distraídos respecto a esta amenaza real y la creciente cantidad de desastres ambientales. Año a año crecen las emisiones y así también aumenta la temperatura en todo el planeta. Por eso no debe sorprender las recientes grandes tormentas, incendios, inundaciones y sequías, que significan enormes daños a las personas y un importante costo económico. La urbanización de la población mundial viene creciendo hecho que aumenta la vulnerabilidad, por ejemplo, el aumento en el nivel del mar, fenómeno que ya viene ocurriendo y se prevé se acelerará en las próximas décadas. Se estima que 2 de cada 3 habitantes del planeta vivirán en ciudades a mediados de este siglo. Esto implicará que alrededor de 800 millones de personas vivirán en casi 600 ciudades costeras, que serán afectadas por el previsto aumento de medio metro. En Asia se concentrara 80 por ciento de la población mundial afectada por futuras inundaciones, por su parte según el Banco Mundial nada menos que 70 por ciento de las grandes ciudades europeas serán afectadas por el aumento del nivel del mar. Los daños también serán importantes en ciudades africanas como Casablanca, Dakar, Lagos, Argel y Túnez. Los daños en Estados Unidos serán significativos en ciudades como Baltimore, Charleston, Miami, Nueva Orleans y Nueva York.

Las reuniones internacionales convocadas por Naciones Unidas para cuidar el planeta fueron iniciadas en 1995 con la denominada COP-1 realizada en Berlín, a fines de este año tendremos la reunión COP-25 en Santiago de Chile. Hace ya 24 años que Naciones Unidas viene convocando a casi 200 naciones, pero año a año sigue el aumento en las emisiones contaminantes de origen energético, que en el 2018 fue de 1,7 por ciento, destaquemos que se trata del mayor incremento desde el 2013. Estas emisiones aumentaron en Estados Unidos 3,1 y en China 2,5 por ciento; en la actualidad China es el principal contaminador (28 por ciento de las emisiones mundiales), seguido por los Estados Unidos cuyas emisiones representan el 16 por ciento. Pero atención a esta desigualdad: un norteamericano contamina 2,4 veces más que un chino. Lamentablemente cuando el Partido Republicano triunfa en las elecciones del año 2016 y es electo Trump, Estados Unidos (segundo contaminador mundial) deja de ser parte de la solución para convertirse en parte del retroceso ambiental, abandonando los compromisos de reducción de emisiones asumidos en el Acuerdo de París. Este retroceso fue acentuado por el diseño de nuevas regulaciones que contribuyeron a debilitar la expansión de las energías limpias y la conservación energética.

El mundo debería acelerar el abandono de los combustibles fósiles, ya que el tiempo perdido al no cambiar de rumbo energético es irrecuperable, porque no estamos únicamente en presencia de un alto y creciente flujo de emisiones anuales de CO2, que bien podrá ser corregido en el futuro, sino también de un alto stock de gases contaminantes que no se disipan, y permanecerán rodeando nuestra Casa Común. Por esta razón nos alertó el Papa Francisco, cuando expreso, que “el clima es un bien común, de todos y para todos”. La agenda ambiental global debe ser encarada con más compromisos de todas las naciones. El límite crítico que no debe ser cruzado si es que no queremos dar lugar a significativos daños, es de apenas 450 ppm. Por esto es preocupante que el Observatorio de Mauna Loa nos diga que ya tenemos 414 ppm de CO2 rodeando nuestra Tierra, es decir 30 por ciento más que cuando comenzó este registro en 1959.

Queda poco tiempo para reducir las emisiones contaminantes, las evidencias científicas indican que estas emisiones están contribuyendo al aumento de la temperatura. Estas emisiones son generadas por el consumo de combustibles fósiles más algunas prácticas agropecuarias y la deforestación. No es sorpresa que estos fenómenos están ocurriendo, basta señalar que durante el siglo XX el PBI mundial se multiplicó 19 veces., contribuyendo así al incremento en la utilización de energías fósiles generadoras de emisiones contaminantes. Esta amenaza ambiental de carácter global no se solucionará por el mero agotamiento de las reservas. Nunca hubo en el planeta tanto petróleo y gas como hoy.

El último informe del IPCC (Grupo de Científicos convocados por Naciones Unidas por el Cambio Climático) señala que para limitar el calentamiento global a 1.5ºC se necesitarían transiciones “rápidas y de gran alcance” en la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades. Según el IPCC preservar nuestro clima requiere que las emisiones netas globales de CO2 disminuyan en 2030 alrededor de 45 por ciento respecto de los niveles del 2010. Esto significa que se necesitaría compensar cualquier emisión excedente por medio de la remoción del CO2 de la atmósfera con nuevas técnicas que permitan absorber dicho gas, pero lamentablemente la efectividad de estas técnicas aún no está probada a gran escala. Es grave que la Agencia Internacional de Energía advierta que dentro de 20 años estaríamos emitiendo más y no menos gases contaminantes que hoy y, que al actual ritmo de aumento en las emisiones cruzaríamos la barrera crítica de 450 ppm dentro de dos décadas.

Naciones Unidas nos advierte que el actual nivel de CO2 en la atmósfera es el más alto en la historia, ya que habría que retroceder entre 3 y 5 millones de años para encontrar concentraciones similares, pero entonces el nivel del mar estaba entre 10 y 20 metros por encima del actual. Ahora todos estamos peor de lo que estábamos durante la reunión de París (2015), por eso se requieren nuevos compromisos ambientales más responsables frente a las futuras generaciones. Esperemos que la reunión de todas las naciones, convocada para considerar la grave amenaza climática, sirva para este propósito.

Hay que actuar ya sin las demoras que hemos tenido en los últimos años, con acuerdos efectivos entre todas las naciones, que deberán asumir la responsabilidad común pero diferenciada, teniendo en cuenta los grandes desniveles en las emisiones por habitante (un norteamericano contamina 150 veces más que un etíope y un canadiense 16 veces más que un guatemalteco y un australiano 32 veces más que un congolés). Estamos en presencia de un problema global que exige no solo una solución global sino también una efectiva autoridad mundial. Preservar la Tierra requiere disminuir significativamente el consumo de energía por unidad de PBI para poder así disminuir el consumo de fósiles contaminantes a pesar del previsto aumento de la producción mundial de bienes y de la población. Es hora que nuestra generación asuma su responsabilidad, ya que somos la última que podrá evitar a tiempo el calentamiento global. La buena noticia es que los avances científicos y tecnológicos aún pueden facilitar esta tarea.