Repitamos todos: sólo con Optimismo no alcanza
Por Pedro Juarros
FCE UNLP- Georgetown University
El optimismo entendido como las expectativas positivas sobre los posibles escenarios que la nueva Argentina enfrentaría con la elección de Mauricio Macri como presidente allá por Diciembre del 2015 se convalidaron, al menos, parcialmente durante este 2016. Las experiencias en otros países ante una situación similar muestran claramente que si esta confianza en la economía no es acompañada con políticas concretas que incentiven la inversión y contemplen los efectos sobre el consumo de los hogares ante cambios de regímenes macroeconómicos tienen como consecuencia una caída del PBI o su tasa de crecimiento. Las decisiones de inversión, aunque tienen en el optimismo un componente importante, no se determinan solo por señales.
El gobierno en busca de transitar el camino hacia la tan ansiada consistencia macroeconómica dio los pasos en la dirección correcta en términos de la política monetaria pero fue demasiado gradual en el plano fiscal. Pero más importante aún, errores en la implementación de algunas políticas (suba de tarifas por ejemplo) y la subestimación del trade-off consumo-inversión con su correspondiente impacto en el crecimiento hicieron que el segundo semestre (o tercer trimestre, como más prefiera el lector) brille por su ausencia.
Sin dudas hubo aciertos, como el rol que parece estar empezando a cumplir el BCRA para anclar las expectativas de inflación, la normalización con los mercados de deuda (pilar fundamental para suavizar la transformación de la economía), las relaciones con el resto del mundo y la reducción de la confrontación en la escena política. Muchos suman a esta lista (no exhaustiva) la salida del cepo, aunque desprecian el alto traslado a precios que generó y la preocupante complacencia del BCRA al festejar que el efecto sobre los precios fue de casi la mitad de la devaluación que tuvo lugar durante la gestión de Kicillof en Enero de 2014, desconociendo que el shock cambiario fue distinto y mayormente anticipado por el mercado.
El equipo económico apostó casi la totalidad de sus fichas del 2016 a un repunte en la inversión de magnitudes considerables para compensar parcialmente la caída en el consumo que acompaña a la corrección de precios relativos que intentó implementar el gobierno. Lo que aprendió la dupla Prat-Gay-Sturzenegger es que no se pueden hacer ambas cosas al mismo tiempo. Solo esperar a que la confianza por si sola aumente la inversión y compense la caída del consumo no resultó ser la política correcta. Aún más, esta subestimación de trade-off hicieron que la recesión sea más grave que la esperada, afectando las perspectivas de crecimiento para 2017.
El mundo claramente no ayudó y no hay señales para ser optimistas en este aspecto: continua la agonía de Brasil sin señales de recuperación en el corto plazo, el Brexit y la victoria de Trump son el preludio de un mundo que se cierra y que hará más difícil el aumento de las exportaciones argentinas con consecuencias negativas para nuestra cuenta corriente y la sostenibilidad de la (creciente, aunque no preocupante en el corto plazo) deuda.
Se cumplió un año de la gestión de Cambiemos timoneando la economía y el optimismo generado durante la campaña electoral que despertó la disposición a esperar lo mejor tanto por parte del mercado como por parte de los hogares no dio signos de vida claros: errores de pronóstico junto a la ausencia de cambios estructurales, sumados a errores propios de implementación y subestimación de las consecuencias generadas por sus políticas, fueron el principal motivo por el cual el 2016 fue peor a lo esperado por todos. En los deseos para el 2017, además de confianza pidamos el mix correcto de políticas macro: ajuste de precios relativos, reducción del déficit, reducción de la inflación y crecimiento. De qué forma el gobierno ponderará estos objetivos durante 2017?
Publicado por El Economista el 22 de diciembre