Un crecimiento económico demasiado errático

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Por Alieto Aldo Guadagni

Hace ya mucho tiempo, nada menos que cuatro décadas, que nuestra economía dejó de avanzar sin importantes y prolongados sobresaltos recesivos. Desde los 80 nuestro desempeño económico se caracteriza, como veremos más adelante, por su gran diferencia entre años prósperos y años recesivos. Argentina hace años que ha dejado de transitar por el sendero del crecimiento económico. El país enfrentaba en esos años serias dificultades, entre las que podemos señalar las siguientes seis: (1) un gran déficit fiscal, (2) el estancamiento de las exportaciones, (3) la ausencia de inversiones productivas, (4) la prevalencia de empleos de baja calidad con pobre remuneración, (5) insuficiente stock de capital modernizado, y (6) una de las mayores inflaciones del mundo moderno.

El retroceso argentino en el escenario internacional era notable, ya que dejó de significar el 1,33 por ciento del PBI mundial en 1980, para disminuir al 0,86 por ciento en el año 1990. El desafío que enfrentaba Argentina era como aumentar sus inversiones, para hacer posible la expansión de la producción, las exportaciones y el empleo, es decir construir un escenario económico expansivo más cercano al prevaleciente en años pasados. En 1989 nuestro horizonte era decididamente crepuscular, como decía Julian Marias “No esperábamos el futuro, sino que le temíamos”. La denominada década del noventa marcó una ruptura con una tendencia negativa, tengamos presente que el estancamiento productivo era entonces tan grande que en 1990 nuestro PBI por habitante era inferior al del año 1965.

El cambio a partir de la década que se inicia en 1989 se caracterizó por la estabilidad monetaria, una mayor prudencia fiscal, la racionalización del aparato estatal y la inserción internacional, impulsada por la construcción del Mercosur, poniendo así fin al largo período de enfrentamiento con nuestro vecino Brasil, incorporando además a Paraguay y Uruguay. La estabilidad política del régimen democrático contribuyó a esta expansión productiva, tengamos en cuenta que entre 1930 y 1989 hubo nada menos que 26 presidentes, con un mandato promedio de algo más de dos años. Entre 1989 y 1999 hubo un solo Presidente según las normas constitucionales. En una perspectiva histórica de la década del noventa señalemos que fue la década en la que Argentina retomó el perdido sendero de la expansión económica. Las elevadas tasas de crecimiento de nuestro PBI en esos años están entre las más altas registradas a lo largo del siglo XX, superadas únicamente por las registradas en los años previos a la Primera Guerra Mundial (1914) y en los años posteriores al 2003, cuando se logró superar la enorme caída de nuestro PBI al colapsar la convertibilidad.

Los años que van desde 1976 a fines de la década del ochenta fuero años muy difíciles para nuestro país, ya que emerge la hiperinflación y se profundiza el estancamiento productivo. No creció el PBI nacional y mucho menos el PBI por habitante, la industria se redujo y el resto de los sectores productivos se sumergió en el estancamiento, el atraso tecnológico por falta de nuevas inversiones impulsó la descapitalización de los activos productivos. A partir de 1976 se agrava la situación de la industria manufacturera, con fuertes caídas en la producción y competitividad internacional, y lo que fue grave, se perdieron numerosos puestos de trabajo en los sectores productivos.

La CEPAL denominó la década del ochenta como la “Década perdida en América Latina” ya que afectó a casi todos los países latinoamericanos, pero como también informa la CEPAL, el peor desempeño en la región fue el de Argentina, donde el PBI por habitante se redujo nada menos que un 24 por ciento, y en solo dos años (1988 y 1989) lo hizo en un 11 por ciento. El retroceso productivo argentino fue tan grande que hacia 1990 el PBI por habitante era similar al del año 1964, pero inferior al de todos los años desde 1965 en adelante. En 1990, para volver a la producción por habitante de mediados de la década del setenta habría que haber aumentado el PBI por habitante en un 28 por ciento, tarea no imaginable en pocos años.

No se puede dejar de mencionar que nuestro escaso crecimiento económico agravó el serio problema laboral que se ha agudizado aún más durante este siglo XXI, ya que es evidente que nuestro sistema educativo no tiene aún la fortaleza necesaria para capacitar a las nuevas generaciones a insertarse en un nuevo mundo laboral caracterizado por rápidos avances tecnológicos. Nuestros altos índices de pobreza reflejan el grave hecho que en las nuevas generaciones son cada vez más los socialmente excluidos Nuestra acumulación de capital humano es hoy insuficiente para sostener un crecimiento económico prolongado, en un mundo crecientemente competitivo impulsado por los grandes avances de importantes naciones asiáticas.

El crecimiento del PBI por habitante en cada período presidencial (1983-2019)

Desde 1983 a fines del 2019 han pasado por nuestra Casa Rosada siete presidentes que se desempeñaron en nueve períodos mayores a un año. Es ilustrativo observar cuál ha sido la dispar evolución en el nivel de actividad económica en cada caso, expresado en el PBI por habitante, también prestaremos atención a la evolución de las inversiones productivas durante sus mandatos.

  • Raúl Alfonsín (1983-1989). El PBI por habitante se redujo un 12,5 por ciento. Las inversiones cayeron de un nivel inicial equivalente al 17,3 por ciento del PBI (1983) a apenas 12,3 por ciento (1989).
  • Carlos Menem (1989-1999). El PBI por habitante aumentó 31,6 por ciento. Las inversiones crecieron de 12,8 a 16 por ciento del PBI. En el primer período (1989-1995) el PBI por habitante aumento un 20 por ciento, mientras que en el segundo (1995-1999) creció 9,4 por ciento.
  • Fernando De la Rúa (1999-2001). El PBI por habitante cayó un 71 por ciento. Las inversiones cayeron de 16 a 14 por ciento del PBI.
  • Eduardo Duhalde (2002-2003). El PBI por habitante cayó un 4,7 por ciento. Las inversiones cayeron del 14 al 13,3 por ciento del PBI. Estas magnitudes están fuertemente influidas por el colapso de la convertibilidad monetaria de fines de 2001.
  • Néstor Kirchner (2003-2007). El PBI por habitante creció un 34,4 por ciento. Las inversiones crecieron del 13,3 al 20,1 por ciento del PBI.
  • Cristina Kirchner (2007-2015). El PBI por habitante creció un 5,8 por ciento en este período. Las inversiones cayeron del 20,1 al 17,1 por ciento del PBI. En el primer período (2007-2011) el PBI por habitante creció 9 por ciento, mientras que en el segundo (2011-2015) cayó 2,9 por ciento.
  • Mauricio Macri (2015-2019). El PBI por habitante cayó el 9 por ciento. Las inversiones llegaron al 18,5 por ciento del PBI.

De los siete presidentes que gobernaron en estos años (desde 1983 a 2019), solamente tres exhiben aumentos en el PBI por habitante (Menem, Néstor y Cristina Kirchner)

Es un llamado de atención el hecho que el nivel más alto de nuestro PBI por habitante se logró hace ya varios años, en el 2011. La declinación a partir de ese año continúa hasta nuestros días, ya que el PBI por habitante del año 2019 ha sido un 12 por ciento inferior al imperante en el 2011. Esta declinación tiene una magnitud igual a la imperante en el primer gobierno de la restauración de la democracia (1983-1999), este hecho nos evidencia el carácter claramente cíclico de nuestra evolución económica.

Reencauzar nuestra economía por el sendero de un crecimiento económico sin bruscas oscilaciones, que permita la creación de nuevos empleos productivos, sigue siendo aún un gran desafío para nuestra política económica.