Problemas, conflictos y agenda de temas para el próximo gobierno

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Por Jorge Remes Lenicov
Ex Ministro de Economía de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación

La situación económica en diciembre de 2019 será compleja y difícil. Se yuxtaponen dos tipos de problemas: los de largo plazo, relacionados con la competitividad y la productividad, y los de corto plazo, vinculados a la macroeconomía. La combinación de ambos son la causa del escaso crecimiento y del alto nivel de pobreza en estos 36 años de democracia.

El año 2019 terminará con inflación muy alta (55 %), caída del PIB (3 %), pobreza del 35 %, elevada desocupación, alto déficit fiscal (4,5% = 1+3,5), deuda pública difícil de pagar en los plazos establecidos, reservas muy bajas (menos de u$s 10.000 millones), caída de depósitos en dólares (más de 40 %), elevado “riesgo país” (más de 2.000 puntos), capacidad ociosa (40 %), y algunos precios relativos desalineados; tarifas, tasa de interés y salarios que perdieron poder adquisitivo.

Además, no habrá financiamiento: el FMI ya hizo casi todos los desembolsos, será imposible emitir Bonos para colocarlos voluntariamente en el mercado y el grado de monetización local es muy bajo como para obtener préstamos. Con alta inflación y sin financiamiento la salida será lenta y exigirá un programa económico muy consistente.

Schumpeter decía que en la economía todo depende de todo y la habilidad de quien dirige la política económica es saber por dónde empezar. Por su parte, Tinbergen, obtuvo el Premio Nobel al demostrar que un instrumento de política solo puede utilizarse para atender un objetivo y no más.

Esto significa que el próximo gobierno debería definir por dónde empezar (las prioridades), señalar cuáles son los instrumentos disponibles y presentar un programa integral y coherente. Además, también debería explicar los objetivos realizables en lo inmediato y aquellos que quedarán pendientes por no contar con los instrumentos necesarios. Finalmente, tendrá que evaluar cuáles serán los costos que habrá que asumir en pos de un futuro mejor para todos.

Al principio todo debería estar enfocado al corto plazo, porque si no se empieza a ordenar la macro será difícil plantear las reformas más estructurales, las de largo plazo.

Por los comentarios del presidente electo Alberto Fernández y varios de sus allegados, se buscaría alcanzar un acuerdo económico y social. Dada la complejidad de la situación y los limitados instrumentos disponibles, sería importante llegar a algún tipo de acuerdo entre las distintas fuerzas políticas y con los sectores socioeconómicos. El acuerdo / consenso permitirá implementar las medidas necesarias y que sean sustentables en el tiempo, ganar credibilidad, evitar las continuas modificaciones de la política económica y reducir la conflictividad social. En síntesis, consolidará la gobernabilidad.

El acuerdo económico y social

En este tipo de acuerdos es importante su contenido pero también lo es el espíritu y la voluntad de acordar. Implica alcanzar el mayor consenso posible sobre el origen de los problemas, los objetivos deseados y las medidas que se tienen que adoptar. El acuerdo es para el corto plazo porque es lo más urgente. Posteriormente se puede preparar otro sobre las cuestiones estructurales.

Otra cuestión central es definir con quienes se hace el acuerdo, que puede ser formal o informal [1]. No es nada es sencillo, pero tampoco lo es la situación del país. La Política es la que debe dar el primer paso porque ese es su rol; son los únicos que tienen los instrumentos para hacerlo, entre ellos y luego con los distintos sectores. Brasil, Chile, Israel, son países que atravesaron altas inflaciones y se propusieron, en primer lugar, estabilizar los precios, para lo cual hicieron acuerdos y fueron exitosos. Como tiene que ser duradero, en esos países el control de la inflación fue definida como una Política de Estado.

En este marco se debe discutir y consensuar el programa integral y que haya consistencia entre la baja de la inflación y el ordenamiento de la macro. Esto es un prerrequisitos para comenzar a crecer. Se debe analizar el conjunto, porque cada una de las medidas consideradas individualmente pueden ser buenas, pero sumadas no cumplen con los objetivos establecidos y tampoco hay instrumentos para satisfacerlas.

Se deben tratar dos grupos de temas, ambos necesarios y que se retroalimentan; el primero es de carácter transitorio y el segundo es permanente:

Los precios relativos: se puede plantear un acuerdo por 6 meses con revisión al tercer mes. En esta etapa, lo importante es romper con la inercia y cambiar expectativas. Además, se debe desindexar la economía y establecer una senda creíble para la evolución de los precios relativos. La experiencia de los países exitosos muestra que reducir una alta inflación al 20/25 % anual puede ser rápido; posteriormente se necesitan varios años para bajarla a 4/5 % anual. Se deben considerar los precios de los bienes, los salarios, las tarifas, el tipo de cambio y la tasa de interés.

Los equilibrios macro: para que la estabilización sea sustentable es fundamental cumplir con los equilibrios macro. A diferencia de las acciones del anterior grupo, que son de aplicación inmediata, estos temas necesitan de un tiempo más largo para su cumplimiento, porque no se los puede alcanzar de manera inmediata. Pero una vez logrados se los debe mantener de manera permanente. Esto es imprescindible, caso contario el programa no será consistente.

Los precios y equilibrios necesarios en el corto plazo

1- Inflación y precios relativos: la inflación es de origen multicausal, no solamente monetaria. Influyen también los costos, las pujas distributivas, la inercia y las expectativas. Además, una parte de la economía está indexada por lo sucedido en los meses anteriores, es bimonetaria y existen algunos precios relativos retrasados, cuyo ajuste siempre es inflacionario.

En el último cuatrimestre de 2019 la inflación anualizada será mayor al 80 %, está aumentando la velocidad del dinero y los contratos se pactan a plazos cada vez más cortos. Su reducción es fundamental porque este elevado nivel genera inestabilidad cambiaria, reduce el ingreso de los trabajadores y jubilados, disminuye la monetización, desalienta la inversión, produce pérdidas patrimoniales, y alienta el bimonetarismo y la indexación.

Hay que recordar que la inflación ha sido derrotada en el mundo ya a fines del siglo pasado, salvo algunos países africanos, Venezuela y Argentina. Es un tema que ya no se discute porque todo el mundo reconoció que es un problema. En los años 90 todos los países de América Latina implementaron políticas de estabilización y fueron exitosas, como Brasil, México, Chile, Perú, Bolivia y Colombia.

2- Déficit fiscal e impuestos: el ajuste realizado en los últimos años fue mediante la baja del salario y de la inversión y el aumento de impuestos. ¿Pero es esto sustentable? En algún momento, los primeros habrán de subir y los segundos tienen que bajar porque su nivel es insostenible. Allí aparece el problema del gasto innecesario y la cantidad y distribución de los empleados.

Además, si bien el déficit primario se redujo mucho, aumentó el desequilibrio financiero por los intereses del mayor endeudamiento. Si no se llega al equilibrio en el resultado final, la deuda pública continuará creciendo. Si no hay equilibrio y no hay financiamiento, se tendrá que emitir y eso dificultará bajar la inflación.

Por otra parte, la presión tributaria es altísima y debe ser reducida. Hay sectores que pagan hasta el 50% de sus ventas y muchas familias tienen que hacer pagos adicionales al sector privado por la deficiencia de los servicios que presta el Estado. La combinación de un Estado que funciona mal y altos impuestos, reduce la cantidad de instrumentos de política necesarios para aumentar la inversión, la competitividad y el ingreso personal. Es necesario un acuerdo con las provincias para que, desde el inicio, se congelen vacantes y se aproveche la inflación para que la pirámide salarial sea más razonable.

3- Política monetaria y cambiaria: habrá que enfrentar varios problemas: las elevadas tasas de interés que impiden la inversión y reducen el consumo; el alto peso de las LELIQ que si bien se está reduciendo hay que ser cuidadosos para evitar corrida hacia el dólar; pocas reservas; imposibilidad para acceder al mercado internacional de capitales; controles cambiarios; y la falta de crédito para el sector privado debido al muy bajo nivel de monetización y a que el Estado absorbe un elevado porcentaje de los fondos disponibles. Hay que ser muy cuidadosos por que la situación es frágil y puede haber peligro de corridas. La emisión monetaria tiene que aumentar según la demanda de dinero y la inflación proyectada.

4- FMI y deuda pública: en 2020 vencen en pesos y en dólares u$s 49.500 millones con el mercado y propio Estado; u$s 16.500 millones en el primer cuatrimestre. No hay dinero para afrontar el principal e incluso los intereses (2,9 % PIB en 2020 y 2,2 % en 2021). Se tendrá que renegociar el programa con el FMI: muy probablemente ellos ofrecerán su programa de “facilidades extendidas”, donde además de las metas del programa “stand by” (reducción de la inflación, equilibrio fiscal, control monetario, etc.), pedirán reformas estructurales. Pero antes de ir a negociar es fundamental que las autoridades hayan diseñado y acordado su propio plan.

Hay que tener en cuenta que se necesita el acuerdo del FMI para cualquier propuesta que pretenda refinanciar la deuda pública con los acreedores privados; lo mejor para el país es llegar a un arreglo lo más “voluntario” posible, máxime que la historia argentina de estos últimos 36 años (Plan Baker, Plan Brady, megacanje, default, quita, holdouts) deja mucho que desear. La peor opción es volver a caer en default y aislarse del mundo. Si ese fuera el caso, la salida será traumática.

5- Reactivación y empleo: hay quienes plantean que primero hay que crecer, aumentar los salarios, el empleo, etc. En lo inmediato sería deseable promover el consumo, las exportaciones netas (expo menos impo) para conseguir dólares y la inversión para expandir y modernizar la capacidad productiva. Pero la inflación es muy elevada y no hay recursos ni financiamiento genuino como para hacer todo a la vez.

Pretender hacerlo tendría efectos contraproducentes que desestabilizarían todo el plan, cuyo primer efecto sería un aumento de la inflación. La disminución de la inflación habrá de mejorar los ingresos reales y así aumentar el consumo, pero dada la situación social se tendrá que destinar recursos para los sectores más necesitados.

También un tipo de cambio efectivo muy favorable promoverá las exportaciones netas, y según como se defina la relación tipo de cambio/tasa de interés y la política monetaria, podrán “aparecer” los dólares del “colchón”, como sucedió en 2002, que permitieron financiar la cosecha y el consumo familiar. Después, más adelante, vendrá la inversión.

Todo programa de crecimiento tiene que prever su financiación, y en eso no hay misterio: los fondos surgen del ahorro (interno y externo), los préstamos y el mercado de capitales. Pero para que esto se concrete, hay que incentivarlos: un contexto de mayor certidumbre, una tasa de interés razonable, posibilidades de obtener utilidades con lo invertido productivamente, y mayor monetización para aumentar el crédito.

Solo la generación de riqueza, pública y privada, permitirá el crecimiento y el aumento del empleo de manera sostenida. Pero no hay que agredir a los que tienen recursos y ahorran, porque si se van del país, es muy difícil que vuelvan. Argentina tiene, en términos relativos, más fondos en el exterior que cualquier otro país. Sin capitales y sin ahorro no hay inversión, y por tanto no se puede crecer y aumentar el empleo. 

Como puede observarse, hay muchos problemas que derivan en otros tantos objetivos, muchos de ellos conflictivos entre sí porque no se puede hacer todo al mismo tiempo. Además, como los instrumentos son limitados, el diseño de un programa que compatibilice deseos con posibilidades es crucial para no prometer lo que no se puede cumplir y así perder credibilidad, lo cual dificultará continuar con el programa de estabilización y crecimiento.

Nota

[1] En 2002 hubo un consenso implícito para poder salir de la convertibilidad, primero entre Duhalde y Alfonsín y luego, a través del Diálogo Argentino, con la CGT, UIA, ABRA, CAC y ruralistas. Ello permitió aprobar e implementar, entre enero y febrero de 2002, todas las medidas necesarias para revertir la crisis.