Cambios en la geografía económica mundial

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Por Alieto Aldo Guadagni

Las disparidades en el crecimiento económico de las naciones no son novedad, ya que una característica de la historia mundial es que las naciones no crecen al mismo ritmo. La historia registra cambios en los liderazgos económicos, por ejemplo, hacia fines del siglo XVIII Inglaterra, gracias a su Revolución Industrial desplaza a los Países Bajos, entonces líderes mercantilistas, que previamente habían superado a China, entonces el país por muchos siglos líder. Lo mismo pasó después con Estados Unidos que desplaza a Inglaterra, luego de la Guerra de Secesión. Por eso no nos debe sorprender que el desigual avance de la producción de bienes y servicios venga cambiando año a año el mapa mundial de las actividades económicas, que está girando desde Europa y América del Norte hacia el Asia-Pacífico, por el acelerado crecimiento no solo de China sino también de India y otras naciones como Corea, Vietnam, Taiwán, Singapur, Malasia, Indonesia y Bangladesh.  En el mismo sentido las últimas proyecciones del FMI señalan que el Asia-Pacífico seguirá creciendo.

Desde la finalización de la Segunda Guerra en el siglo pasado el mundo se ha encaminado por el sendero del crecimiento, con un sostenido aumento en la producción, pero con una diferencia  entre las tradicionales economías avanzadas y las economías emergentes y en desarrollo. En las últimas décadas del siglo pasado las 39 economías avanzadas representaban casi las dos terceras partes del PBI mundial, mientras que las 155 emergentes y en desarrollo apenas representaban algo más de la tercera parte. Hoy el mapa económico es diferente, ya que las economías emergentes y en desarrollo representan el 60 por ciento del PBI mundial, es decir mucho más que la parte correspondiente a las economías avanzadas. El siglo XX había sido el siglo con el mayor crecimiento económico, impulsado por importantes avances científicos y tecnológicos que expandieron la producción.

El ejemplo de los asiáticos es claro, si queremos disminuir la pobreza e indigencia, será necesario un sostenido crecimiento económico. Los asiáticos nos están enseñando que el motor del crecimiento económico es la inversión financiada por el propio ahorro, no como superficialmente sostienen algunos que afirman que el consumo interno es el impulsor del crecimiento. Es cierto, y este ha sido el aporte de Keynes, que el aumento del consumo en una fase cíclica recesiva puede ayudar a salir de una recesión, pero nunca a mantener un crecimiento sostenido. No hay crecimiento sostenido sin ahorro, inversión y aumento de las exportaciones.

Los países emergentes y en desarrollo crecen más rápido que las economías avanzadas porque vienen invirtiendo más que estos países (en la actualidad 33 por ciento del PBI anual versus 22 por ciento). La mayor parte de estas crecientes inversiones han sido generadas por altos niveles de ahorro interno, estimulados por reducidos niveles inflacionarios. Ningún país con alta inflación ha podido crecer de una manera prolongada. El avance de las nuevas economías en desarrollo, particularmente China e India, se afianza año a año, ahora se espera que China crezca casi el triple que los Estados Unidos (6,3 versus 2,3 por ciento). Por su parte, el FMI espera que la India siga creciendo este año mucho más que la Unión Europea (7,3 versus 1,3 por ciento). Los altos niveles de ahorro en estos dos grandes países asiáticos financian altos niveles de inversión, es así como la participación de las inversiones en el PBI es en India un 50 por ciento mayor que en Estados Unidos, mientras que en China es el doble.

Hoy el PBI chino es 28 por ciento mayor al de los Estados Unidos, pero el nivel de vida de la gente sigue siendo mayor en los Estados Unidos; en 1980 el PBI per cápita era en Estados Unidos 40 veces mayor al chino, mientras que ahora sigue siendo mayor, pero con una diferencia más reducida (un poco más del triple). Es cierto que la producción total de bienes y servicios es ya en China mayor a la de los Estados Unidos, pero esta nación continúa manteniendo su liderazgo militar, además del científico y tecnológico que es la base de las mejoras en productividad. No olvidar que de las 10 mejores universidades del mundo, 8 están en Estados Unidos. Este es el gran activo de esta nación, que el FMI no mide con estas cifras.

El avance de las economías en desarrollo no es el mismo en todos los continentes, ya que desde hace años es más importante en Asia que en América Latina, región que ha venido perdiendo significación en las últimas décadas. Mientras en 1980 representaba 12,1 por ciento del PBI mundial en la actualidad esta magnitud apenas llega a 7,4 por ciento. Pero en América Latina no todos los países han retrocedido en el escenario internacional, la excepción notable es Chile que aumentó su participación en el PBI mundial ya que trepo del 0,29 por ciento al 0,35 en la actualidad. En 1980 nuestro PBI era casi cinco veces mayor al de Chile, en la actualidad es menos del doble. El mayor retroceso en la región y en el mundo le corresponde a Venezuela.

En Argentina hoy estamos viviendo un proceso recesivo, alta inflación, aumento del desempleo y la pobreza, penurias que han sido frecuentes en las últimas décadas. Paul Samuelson sostenía a fines del siglo pasado que había cuatro clases de países: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón que no tenía recursos naturales y era difícil explicar cómo pudo crecer tanto en tan poco tiempo, y finalmente la Argentina, que tenía recursos naturales pero  no pudo sostener su expansión económica y mejorar así el nivel de vida de la población. Durante la Segunda Guerra Mundial, la economía argentina era la mayor de América Latina, luego Brasil pasa al primer lugar, posteriormente México también nos supera. Nuestro retroceso también se manifiesta en la evolución del PBI por habitante. Hace décadas teníamos el nivel de vida más alto en la región, pero la situación es hoy distinta. En 1980 nuestro PBI por habitante era casi el doble que el de Chile, ahora el chileno es 32 por ciento mayor; era el doble que el de Uruguay, ahora el de este país es 18 por ciento mayor; era 9 por ciento mayor al de México, ahora el mexicano es 3 por ciento mayor; era 132 por ciento mayor al de Colombia, ahora esta diferencia se ha reducido a 31 por ciento; era el doble que el de Perú, ahora esta ventaja se ha reducido al 37 por ciento. Algo similar ocurre cuando la comparación se hace con otros países, por ejemplo, Brasil, Bolivia, Costa Rica, Panamá, Ecuador y Paraguay.

Los países que en América Latina aumentan de una manera sostenida su producción y su empleo, lo hacen por el esfuerzo de su ahorro, orientado a financiar las inversiones destinadas a aumentar la oferta de bienes y servicios. Esto no significa que la inversión extranjera no sea importante como complementaria, pero nunca sustituto de la inversión financiada por el propio ahorro.

Hace años que Argentina dejo de avanzar por el sendero del crecimiento económico basamento esencial, aunque no suficiente, de la integración social de toda la población. Los periodos de nuestro crecimiento han sido cortos, como el último registrado entre el 2003 y el 2008; ya hace una década que nos abruman hechos negativos, entre los cuales destacamos un gran déficit fiscal, el estancamiento de las exportaciones, la ausencia de inversiones productivas, la prevalencia de empleos de baja calidad con pobre remuneración, el retroceso educativo, el aumento de la pobreza y la exclusión social y una de las mayores inflaciones del mundo moderno. Nuestro retroceso en el escenario internacional es notable, ya que hemos dejado de significar el 1,33 por ciento del PBI mundial en 1980, para disminuir a la mitad en 2019 (0,65 por ciento). La recesión prevista para este año reduce aún más nuestra participación global, asociada a un nivel inflacionario muy elevado.

El principal activo de nuestro país siguen siendo los recursos aportados por la naturaleza, claro que con esto solo no alcanza porque no hemos sabido ni expandir esta producción ni avanzar en la industrialización de estos bienes primarios. Pensar en “lluvia de inversiones externas” es una ingenuidad, no hay crecimiento sin inversión propia, y no hay inversión sin ahorro. Pero atención, aquí entra a jugar negativamente nuestro déficit fiscal, ya que este último es ahorro negativo, es decir, mientras mayor sea el déficit fiscal, menos será el ahorro y, por ende, menos serán las inversiones. Por lo tanto, con un gran déficit fiscal, motivado por un creciente gasto público, no puede haber crecimiento económico.

El desafío que enfrenta Argentina es como aumentar sus inversiones: sin un amplio acuerdo político, esto será difícil, como lo ha puesto en evidencia nuestra historia. Es hora de amplios acuerdos políticos que nos permitan retomar el camino del crecimiento económico, no será nada fácil pero es el camino.