Las escuelas y los maestros son cruciales para mejorar la educación

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Por Juan J. Llach (Ex Ministro de Educación de la Nación) y Magdalena Cornejo (UTDT)

Está muy instalado entre expertos, protagonistas de la educación y en la opinión pública en general que el factor socioeconómico condiciona los aprendizajes a tal punto que obstruye el poder educador de las escuelas, sus directivos y docentes. El debate es más bien ideológico, con escaso apoyo en estudios rigurosos. Esta es una de las razones por las que hay que celebrar que el actual gobierno haya restablecido las evaluaciones sistemáticas de aprendizajes a través de las pruebas Aprender. Más importante aún es que los resultados de estas evaluaciones se estén devolviendo a los directores de las escuelas, dándoles así la posibilidad de identificar fortalezas y debilidades y, junto a las autoridades, buscar caminos de mejora, entre los que sobresale la formación continua a la medida de cada escuela y de cada docente.

Ya son conocidos los resultados generales de dicha prueba y el bajo desempeño alcanzado. Cerca del 15% de los alumnos del último año del primario y del 23% en el secundario tienen un desempeño inferior al nivel básico en Lengua, mientras que en Matemática las cifras alcanzan el 18% y el 41%, respectivamente. En el otro extremo, en la escuela primaria el 67% de los alumnos en Lengua y el 59% en Matemática tuvieron un desempeño satisfactorio o avanzado. En la secundaria, en cambio, solo el 54% y el 30%, respectivamente, alcanzaron esos niveles. Debido al bajo desempeño de los alumnos argentinos en las pruebas internacionales, no sorprende que los resultados de Aprender disten de lo deseable, especialmente en la escuela media. En Aprender 2017 hubo alguna mejora, sobre todo en Lengua. Pero Matemática sigue siendo una gran debilidad en ambos niveles de enseñanza.

Estudios como el que presentamos tienen una larga tradición, iniciada en 1966 por James Coleman en los EE.UU., cuyos resultados mostraron un predominio casi excluyente de los factores socioeconómicos como determinantes de los aprendizajes y mucho pesimismo sobre el poder educador de las escuelas. Una limitación de estos estudios, también del nuestro, es que no consideran, por la dificultad de su medición, ni los factores genéticos (ahora muy usuales en países desarrollados) ni la nutrición y las prácticas de crianza preescolares ni, muy importante, lo que llamamos el «misterio del aula», es decir, cómo cada docente ejerce la enseñanza y conduce los aprendizajes puertas adentro.

En nuestro estudio también encontramos que el nivel socioeconómico del alumno y la educación de sus padres son factores que afectan positiva y significativamente sus aprendizajes, tanto en Lengua como en Matemática. También se observa que, a igualdad de todos los demás factores, los distritos con mayores necesidades básicas insatisfechas logran menores aprendizajes. Sin embargo, sería un error afirmar que el predominio socioeconómico implica que las escuelas y sus equipos directivos y docentes no tienen efectos relevantes en el aprendizaje. De hecho, observamos que, para un mismo nivel socioeconómico, existe aún mucha disparidad en los resultados obtenidos. Esto indica que existen otras dimensiones que tienen consecuencias significativas sobre los aprendizajes, muchas de ellas asociadas al aula, a la escuela, a los docentes y a los directivos. Y, si se pudiera medir el crucial «misterio del aula», el rol de las escuelas y sus docentes realzaría aún más.

Por ejemplo, la antigüedad del director en el cargo, su situación de revista (titular, interino, suplente o contratado) y sus prácticas en el rol tienen un efecto positivo sobre los aprendizajes de los alumnos. Lo propio ocurre con la capacitación y la mayor dedicación de los docentes a una misma escuela, tanto en Lengua como en Matemática.

En cuanto al capital físico de las escuelas, la infraestructura, la conectividad y la disponibilidad de computadoras condicionan positivamente los aprendizajes, sobre todo en la secundaria. Quizás sorprenda saber que las escuelas primarias rurales, siempre a igualdad de todos los demás factores, obtienen mejores resultados que sus pares de las ciudades, marcando quizás un rol positivo de la interacción personalizada docente-alumno, aun en las aulas multigrado. En línea análoga, también encontramos que cuanto mayor es la cantidad de alumnos por aula, menor es el desempeño individual. También, que los días de clases efectivos tienen un impacto significativo para todos los niveles y disciplinas y que la cantidad de inasistencias afecta en forma negativa y significativa.

Otra evidencia que suele ignorarse es que los aprendizajes de las mujeres superan a los de los varones, no solo en Lengua de primaria y secundaria -como en estudios anteriores-, sino también en Matemática del nivel medio. Esto es coherente con el hecho de que los años de estudio de las mujeres en la Argentina (su «esperanza de escolaridad») superan ya en dos años los de los varones.

El resultado quizás más preocupante de nuestro estudio es que, aun controlando por las variables de nivel socioeconómico, las escuelas de gestión estatal muestran aprendizajes significativamente menores que las privadas, especialmente en la escuela primaria. Es preocupante, sobre todo, porque la mayoría de los chicos más necesitados asisten a escuelas de gestión estatal. Pero no es tan sorprendente, dado que los días de clase efectivos y con un mismo docente frente al aula son bastante más frecuentes en las escuelas privadas. En fin, encontramos que los aprendizajes en ambas disciplinas, siempre para un mismo nivel socioeconómico, fueron inferiores en las escuelas que proveen más bienes o servicios gratuitos (desayuno, merienda, almuerzo, apoyo escolar, ropa o calzado, entre otros), sobre todo en la secundaria. Podría estar ocurriendo en esas escuelas una mayor tensión entre el tiempo dedicado a dichos servicios y el invertido en el proceso de enseñanza-aprendizaje; y no solo el «tiempo físico», sino, quizás más, el organizativo y el mental. No es infrecuente que, preguntando a un director o vicedirector cómo van las cosas en la escuela, la respuesta sea: «Esta semana tengo problemas con el carnicero», o con algún otro proveedor.

De cara al futuro hay muchas oportunidades de mejora de estas evaluaciones. Anunciadas al principio como anuales, las pruebas se están realizando cada dos años. Hasta que los resultados estén bien consolidados ellas deberían tomarse año a año, al menos en Lengua y Matemática. También habría que lograr que todas las provincias se organizaran para responder la prueba -hubo rebeldías en varias de la Patagonia- y que hicieran lo propio todas las escuelas y sus alumnos. Ayudaría a lograrlo establecer que rendir la prueba Aprender fuera vinculante al diploma del nivel. En fin, también deben mejorarse y generalizarse las prácticas de devolución -que debería ser a toda la comunidad educativa, incluyendo las familias- y de la formación situada basada en ellos.

Lograr que el nivel socioeconómico condicione cada vez menos a los aprendizajes dependerá de ofrecer a los alumnos más necesitados una educación comparable a sus pares de otros sectores sociales, gran deuda de los gobiernos y de la sociedad argentinos.


Nota publicada originalmente en  La Nación el día 20 de febrero de 2019.