Siguen las reuniones internacionales pero aumentan las emisiones contaminantes

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Por Alieto Aldo Guadagni (Academia Argentina de Ciencias del Ambiente)

Hace ya más de una década que el lnforme Stern nos alertaba sobre el creciente riesgo del cambio climático. En el 2006 Stern sostenía que las evidencias científicas apuntaban a la existencia de un riesgo cada vez mayor si continuaba la actitud de “Business as usual” (BAU), ya que las consecuencias serían no solo graves sino también irreversibles. Doce años después de este Informe la evolución climática en todo el planeta confirmaba este alerta, sintetizado en la afirmación de Stern “El cambio climático representa un reto único para la economía, pudiendo afirmarse que es el mayor y más generalizado fracaso del mercado jamás visto en el mundo”. Esta aseveración, referida a esta gran externalidad negativa de alcance global, es pertinente cuando se presta atención a que 197 naciones, con 14.000 delegados, se reunieron en Katowice (Polonia), convocados por Naciones Unidas en diciembre del año pasado en la reunión denominada COP-24.

Días antes de la COP-24, el grupo de científicos y expertos (IPCC), convocados por Naciones Unidas, había encendido la alarma suministrando información para ser tomada en cuenta en esta reunión de casi todas las naciones. Recordemos que el IPCC es el órgano internacional encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático, sus impactos y sus riesgos, así como las posibles opciones de mitigación de las emisiones. En este informe del IPCC se señala que para limitar el calentamiento global a 1.5ºC se necesitarían transiciones “rápidas y de gran alcance” en la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades. Según el IPCC, preservar nuestro clima requiere que las emisiones globales de CO2 disminuyan hacia 2030 alrededor de 45 por ciento respecto de los niveles del 2010. Esto significa que se necesitaría compensar cualquier emisión excedente por medio de la remoción del CO2 de la atmósfera, ya que si se permite que la temperatura global aumente más de 1.5ºC será necesario depender en el futuro de nuevas técnicas que absorban CO2 de la atmósfera, pero la efectividad de estas técnicas no está probada. Estas advertencias a todas las naciones vienen también siendo desde hace tiempo planteadas por la Organización Meteorológica Mundial, que reiteradas veces ha insistido que, más allá de las dudas del pasado, las emisiones son ya el principal causante de los desastres ambientales que vienen aumentando en todo el planeta.

Cuando deliberaban las 197 naciones en Polonia ya se conocían las últimas proyecciones energéticas que indicaban que dentro de 20 años estaríamos emitiendo más y no menos gases contaminantes que hoy y, que al actual ritmo de aumento en las emisiones cruzaríamos entonces la barrera crítica de 450 ppm dentro de dos décadas. Para hacernos una idea de lo que está ocurriendo tengamos en cuenta que, las emisiones anuales son hoy un 130 por ciento mayores a las de 1971. Las naciones reunidas en esta COP-24 ya conocían los grandes desastres ambientales registrados a lo largo del 2018. La lista comprende a los 10 más importantes hechos, a saber: Huracanes Florence y Michael en Estados Unidos, incendios en California, sequías en Europa, inundaciones en Japón, sequía en Argentina, inundaciones en China, sequía en Australia, inundaciones en la India, sequía en Sudáfrica y el tifón Mangikhut en Filipinas y China. Las estimaciones del costo económico de estos desastres llegan a casi 100.000 millones de dólares.

La COP-24 no empezó bien, ya que en el discurso de apertura el Presidente de Polonia, Andrzei Duda, expreso que su país no podía renunciar a sus reservas de carbón por más de 200 años. Mientras tanto en Francia miles de manifestaban su enérgico rechazo a pagar mayores precios por los combustibles por la aplicación de impuestos a la contaminación de los fósiles. Cuando el Secretario General de Naciones Unidas inauguró las deliberaciones de esta COP expreso que “somos la última generación que puede frenar el cambio climático”. Esto exige abatir sin demoras las emisiones causadas por los combustibles fósiles, expandiendo la participación en la matriz energética de las nuevas energías limpias. Para avanzar en una nueva política ambiental la cooperación multilateral es esencial, ya que ayuda a los países a tener en cuenta el bienestar de los pueblos más allá de sus fronteras.

Ese ánimo es el que motivó la COP-21 en 2015 que concretó el Acuerdo de París, cuando los países se comprometieron a contener el aumento de las temperaturas mundiales por encima de los niveles preindustriales por debajo de 2 grados centígrados, meta que exige avanzar hacia una economía con cero emisiones de carbono en las próximas décadas.Es preocupante la negativa actitud de los Estados Unidos, recordemos que cuando asumió Bush la presidencia en el año 2001, inmediatamente negó la ratificación del Protocolo de Kioto, lo mismo ocurre ahora con Trump, quien decidió el retiro de los compromisos de Paris y además anular importantes medidas adoptadas por Obama; tener en cuenta que Estados Unidos es el segundo contaminador mundial, superado únicamente por China. Lo grave es que no hay más tiempo para perder ya que, como dijo Obama, “Somos la última generación que puede hacer algo por el cambio climático”.El nuevo Premio Nobel de Economia, William Nordhaus, fue claro cuando expresó que “el cambio climático es como la ruleta y en el casino siempre se pierde”. Las evidencias vienen confirmando esta afirmación, ya que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando, por eso los aspectos críticos del clima ya son preocupantes; por ejemplo, sequías, temporales, inundaciones, los bosques están disminuyendo, ambos polos pierden superficie, se calientan los océanos y aumenta el nivel del mar, además a medida que estos se acidifican, desaparecen los arrecifes de coral. Esta era la situación del cambio climático en momentos que deliberaban 197 naciones, en la cumbre ambiental en Katowice.

Los avances de esta COP-24, aprobados después de arduas negociaciones, son insuficientes para reducir las emisiones al ritmo requerido por las abrumadoras evidencias científicas. Lamentablemente esta reunión no aportó pasos importantes para reducir sin demoras las emisiones y cumplir así los compromisos del Acuerdo de París. Enfrentar eficazmente la amenaza de esta enorme externalidad global exige una solución global. También es evidente que el creciente riesgo causado por más emisiones globales plantea la urgente necesidad de una autoridad global, ya que está comprometido un importante bien común global. Por esta razón es necesario que las negociaciones internacionales acuerden la creación de una autoridad global, que tenga un poder efectivo y cuya legitimidad sea reconocida por todas las naciones.