Es hora de enfrentar la gran externalidad global

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Por Alieto Aldo Guadagni
Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

Cuando hace años se enseñaba en la Facultad de Ciencias Económicas el concepto de “externalidad”, los ejemplos eran por lo general muy simples y de ámbito estrictamente local. Así se exponía en el aula el clásico ejemplo de la abeja y el colmenar o el del faro marítimo, como ejemplos  de externalidades positivas. Cuando se consideraban las denominadas “externalidades negativas” los ejemplos eran el ruido de las fábricas o la contaminación de los cursos de agua vecinos, ejemplos también de alcance local.

Pero, impulsada por la globalización económica desde fines del siglo pasado, hoy las cosas son muy distintas y más complejas, porque desde hace ya varios años enfrentamos una creciente externalidad negativa, no de carácter local sino totalmente global, es decir que afecta negativamente a toda la humanidad. Las evidencias nos indican que la  contaminación global que rodea a nuestra Tierra sigue creciendo en este año 2018. Para tener una idea de la gravedad de la crecientes emisiones anuales de CO2, globalmente contaminantes de nuestra atmósfera, basta decir que hoy son un 130 por ciento mayores a las del año 1970. El consumo creciente de combustibles fósiles ha venido jugando un papel preponderante en el incremento de estas emisiones, que antes de la Revolución Industrial eran casi nulas.

El Observatorio de Mauna Loa, administrado por el gobierno de los Estados Unidos y ubicado en Hawái, nos alerta informando que el stock de las emisiones  de CO2 acumuladas en la atmósfera son ya un 21 por ciento mayores a las vigentes en 1980. Nos acercamos aceleradamente al valor crítico de 450 ppm, ya que en 1980 estas emisiones acumuladas alcanzaban apenas a 338 ppm y en el pasado mes de febrero de este año ya treparon a 408 pp., o sea el valor más alto registrado a la fecha. Recordemos que 450 ppm es el valor crítico que no debe ser superado si queremos que la temperatura mundial no aumente de una manera peligrosa para la vida en esta Tierra.

Pero con los compromisos propuestos por los países, en el ámbito de Naciones Unidas,  no se podrán cumplir las metas del Acuerdo de Paris (2015), ya que tendríamos un aumento de la temperatura mundial de 3 grados con grandes daños, cuando la barrera máxima que no debemos cruzar es de 2 grados. La tarea a enfrentar no es fácil, ya que requiere movilizar grandes inversiones en infraestructura y en nuevas tecnologías con bajas emisiones de carbono y, al mismo tiempo, avanzar por el sendero de la conservación y la reducción del consumo de combustibles fósiles desarrollando energías “limpias” y reduciendo el consumo de energía por unidad de producción. Es decir, necesitamos avanzar por el sendero no solo de la eficiencia sino también de la conservación energética.

Lo grave es que el Presidente TRUMP y sus colaboradores han descalificado repetidas veces las evidencias existentes sobre el actual cambio climático y por esta razón los Estados Unidos, que actualmente es el segundo contaminador mundial, ha decidido no participar del esfuerzo global definido por todas las naciones del planeta en la reunión convocada por las Naciones Unidas en París en el 2015.

Lo notable es que la propia administración de los Estados Unidos ahora desmiente las afirmaciones presidenciales y de sus más importantes colaboradores, sobre la irrelevancia del cambio climático.

En el año 1990  el Congreso aprobó la ley denominada “Global Change Research Act “, que dispone  la presentación por el ente oficial “US-Global Change Research Program” de informes cada cuatro años sobre la evolución climática en los Estados Unidos.

Hasta hace poco el último informe correspondía (NCA3) al año 2014, pero ya se conoce el “Fourth National Climate Assessment” (NCA4). Este reciente informe sostiene que “Desde el NAC3 han surgido fuertes evidencias de un continuo y  rápido calentamiento, causado por la actividad humana, de nuestra atmosfera y de los océanos”. El NAC4 es bien claro al sostener que “Este informe concluye sosteniendo, basado en extensas evidencias, que es extremadamente probable que las actividades humanas, especialmente la emisión de gases de efecto invernadero, son las causas dominantes de este calentamiento registrado desde mediados del siglo XX. No existen explicaciones alternativas basadas en evidencias observadas”.

Cuando se enfrenta una externalidad global de la enorme magnitud propia de esta amenaza que nos afecta a todos en esta Tierra, es evidente que las soluciones políticas que deben encararse son de difícil acuerdo y ejecución. No es fácil concebir y ejecutar eficazmente una solución global, respetada por 195 naciones, ya que es evidente la gran importancia de la extendida vocación a ser “free rider” (“colado”), es decir que el esfuerzo lo hagan los otros, como se enseñaba en el aula en el pasado cuando se consideraba el financiamiento del costo del faro marítimo.

El Papa Benedicto en su encíclica “Caritatis in Veritate” plantea correctamente el sendero para enfrentar esta gran externalidad global, cuando sostiene que “Un problema global requiere una solución global, y una solución global requiere una autoridad global”. Encarar la amenaza del cambio climático requerirá un gran esfuerzo de todas las naciones. Lástima que Trump no piense así.